Llora, Messi, llora

Guillermo Zuluaga
15 de julio de 2016 - 02:50 a. m.

En las pantallas Messi se aparece llorando. Pero la imagen es quizá más que una imagen: es resumen de una época, de una sociedad.

Una que no acepta que se puede ser el mejor, pero no siempre el mejor. O sea, una que no se permite concebir que “los dioses terrenales” también pueden ser “humanos demasiado humanos”.

Messi es el futbolista más sobresaliente de esta década, es indiscutible. Pero de nada valen sus títulos pasados: su gloria como campeón mundial juvenil; su campeonato olímpico. Messi ha estado en el Olimpo con el Barça: lo ha ganado todo con ese equipo que “es más que un club”. Y sin embargo.

El fútbol es un buen escenario para conocer el hombre, dijo Valdano, goleador de frases certeras. Y esta es una sociedad que en aras del éxito no valora el pasado. O no desea que exista. O no lo deja existir. Solo quiere el ya y el ahora. No le interesan los pretéritos. Aplica aquello de la canción de José José: Ya lo pasado pasado. Y entonces a Messi, de un zazzz le borran todas las fintas imposibles, los goles de ensueño, los piques endiablados, las gambetas de malabarista, sus pases milimétricos. Se olvida todo un pasado de luchas y de triunfos del astro argentino. Porque esta sociedad acepta todo: menos que no se sea exitoso. Solo eso: el éxito. Pero no el de ayer: ese ya fue y no cuenta. Importa este, el nuevo. El que, no obstante, tendrá que revalidarse en unas horas.

Ahora bien, otro síntoma de estos tiempos es que tampoco importa lo que haya que hacer para alcanzarlo. No interesa si el camino quedó regado de sangre ajena, de lágrimas, de trampas. Y el hombre de estos tiempos se voltea para otro lado mientras observa que un cercano mueve la carta bajo la mesa para ganarle la partida al otro; al deportista que se dopa; al político que recibe un dinerillo; al barman que echa los tragos más grandes. Aceptamos a funcionarios que posan de microgerentes exitosos y que sin embargo no les cabe un minuto de comprensión sobre el grueso de los problemas de agobian este país… Y todos, gústenos o no sus frasesitas con ese tufillo cargado de sobradez, tenemos que aceptar que Messi además juega sin trampas. Creo que tiene un récord adicional: la menor cantidad de faltas al rival. Al Messi lo tumban y él se levanta. El Messi Mesías pone la otra mejilla.

Y a Messi también le han reclamado que no se muestre exitoso. Se sabe que lo es. Pero se le reclama que no anda exhibiendo sus riquezas: que no fanfarronee sus dólares, que no se muestre. A tantos molesta quizá que su único pasatiempo sea el Play station y tirarse a dormir en un sofá, como lo mostró en su libro el periodista Leonardo Faccio. Porque en estos tiempos tampoco vale ser exitoso, si además no se muestra. Y las redes sociales hoy en día sí que aportan a esas imágenes de éxito: todos tan felices en playas de arenas blancas, en restaurantes de moda; en centros comerciales, conduciendo coches entre marmóreos edificios, puliendo cuerpos dionisiacos en gimnasios luminosos.

Llora, Messi, llora. Ojalá esas lágrimas no solo conmuevan a tu país que te reclama éxitos totales con la Albiceleste, sino a todos quienes gustamos de este deporte. Ojalá a todos quienes creen que el éxito lo es todo. Para el deporte y para la vida. A lo mejor algún día esta sociedad sea capaz de aceptar que en la derrota también hay dignidad y que enseña. Ojalá seamos capaces de aceptar algún día que el mayor logro es la felicidad.

Esa misma que tantas veces nos has brindado con tus goles y cabriolas en la cancha. Aunque ahora no queramos recordarlo.

 

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