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Lo crucial, casi en secreto

Nicholas D. Kristof
04 de octubre de 2015 - 02:33 a. m.

Los periodistas somos un poco como buitres, dándonos un festín de guerra, escándalo y desastre. Cuando vemos las noticias, aparecen refugiados sirios, corrupción en Volkswagen, gobierno disfuncional...

Sin embargo, eso refleja una parcialidad en la selección de la manera como informamos: cubrimos accidentes de aviación, no aviones que despegan. De hecho, quizá el suceso de mayor importancia que está ocurriendo en el mundo actualmente sea algo que casi nunca cubrimos: un pasmoso descenso en la pobreza, analfabetismo y enfermedades.

¿Eh? ¡Se preguntan qué he estado fumando! Todos saben de la proliferación de la guerra, el ascenso del SIDA y otras enfermedades, la desesperanza para superar la pobreza.

Un sondeo arrojó que dos tercios de los estadounidenses creían que el porcentaje de la población mundial que vivía en pobreza extrema casi se ha duplicado a lo largo de los últimos 20 años. Otro 29 por ciento creía que el porcentaje se había mantenido casi igual.

Eso equivale a 95 por ciento de los estadounidenses… que están totalmente equivocados. En realidad, el porcentaje de la población mundial que vive en extrema pobreza no se ha duplicado o mantenido igual. Ha caído más de 50 por ciento, de 35 por ciento en 1993 a 14 por ciento en 2011 (el año más reciente del que hay cifras disponibles del Banco Mundial).

Cuando 95 % de los estadounidense no están conscientes en lo más mínimo de una transformación de esta magnitud, eso refleja un defecto en la manera en que nosotros, periodistas, cubrimos el mundo; y me cuento entre los culpables. Consideremos:

— El número de personas sumamente pobres (definidas como aquellas que perciben menos de un dólar o 1,25 dólares al día, dependiendo de quién esté contando) subió inexorablemente hasta mediados del siglo XX, después se estabilizó un poco durante unas pocas décadas. Desde los años 90, el número de pobres se ha desplomado.

— En 1990, más de 12 millones de niños murieron antes de los cinco años de edad; este número ha caído desde esos tiempos en más de la mitad.

— Más niños que nunca están recibiendo una educación, particularmente niñas. En los años 80, solo la mitad de las niñas en países en desarrollo terminaron la escuela primaria; actualmente, la termina 80 por ciento.

Cierto, alrededor de 16.000 menores siguen muriendo innecesariamente cada día. Es enloquecedor en mis viajes cuando veo niños muriendo simplemente porque nacieron en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Sin embargo, una de las razones de nuestra complacencia actualmente es una sensación de que la pobreza es inevitable… y eso no se justifica.

El secreto mejor guardado del mundo es que vivimos en una inflexión histórica en que la pobreza extrema está disminuyendo. Miembros de Naciones Unidas acaban de adoptar 17 nuevos Objetivos Globales, de los cuales el elemento central es la eliminación de pobreza extrema para 2030. Sus objetivos son históricos. Aún habrá pobres, por supuesto, pero muy pocos que sean demasiado pobres para comer o enviar a sus hijos a la escuela. A partir de hoy, jóvenes periodistas o trabajadores de ayuda humanitaria verán en sus carreras muy poco de los casos de lepra, analfabetismo, elefantiasis y ceguera de río que yo he visto de manera rutinaria.

“Vivimos en una época del mayor progreso en desarrollo entre los pobres del mundo en la historia del mundo”, nota Steven Radelet, economista del desarrollo y profesor en la Universidad de Georgetown, en un tremendo libro que saldrá en noviembre, The Great Surge: The Ascent of the Developing World.

“Las dos décadas siguientes pueden ser incluso mejores y pueden convertirse en la mayor era de progreso para los pobres del mundo en la historia humana”, escribe Radelet.

Con frecuencia escribo sobre desigualdad, enorme desafío en Estados Unidos. Pero globalmente, la desigualdad está bajando, debido al ascenso de países pobres.

¿Qué significa todo esto en términos humanos? Estaba pensando en eso la semana pasada mientras entrevistaba a Malala Yousafzai, la ganadora adolescente del Premio Nobel de la Paz. La madre de Malala creció analfabeta, como las mujeres antes que ella, y fue criada para ser invisible para los forasteros. Malala es un contraste total: educada, traviesa, franca y quizá la adolescente más visible en el mundo.

Incluso en países como Pakistán, la época de mujeres analfabetas e invisibles como la madre de Malala está bajando. Ahora el desafío está en asegurar que ricas naciones donadoras sean generosas para apoyar los Objetivos Globales; pero, de igual forma, que países en desarrollo hagan su parte, en vez de sucumbir a la corrupción e la ineficiencia. (¡Te estoy hablando a ti, Angola!).

Aún falta reventar un último argumento falso. Los cínicos argumentan que no tiene sentido salvar vidas, porque el resultado es sobrepoblación que conduce a la muerte por inanición de más vidas. No es cierto. Parte de esta ola de progreso es un asombroso descenso en el número de nacimientos.

Las mujeres haitianas promedian 3,1 niños actualmente; en 1985, tenían seis. En Bangladesh, las mujeres promedian actualmente 2,2 hijos. Las indonesias, 2,3. Cuando los pobres saben que sus hijos sobrevivirán, cuando educan a sus hijas, cuando acceden a planeación familiar, tienen menos hijos.

Así que pongámonos a trabajar y, bajo nuestra dirección, a derrotar la pobreza extrema en todo el mundo. Sabemos que los desafíos son superables, pues ya hemos revertido la marea de la historia.

 

* Columnista de The New York Times.

 

Póngase en contacto con Kristof en Facebook.com/Kristof, Twitter.com/NickKristof o por correo postal escribiéndole a: The New York Times, 620 Eighth Ave., New York, NY 10018.

 

The New York Times

 

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