Los 100 años del general Alberto Ruiz Novoa

Francisco Leal Buitrago
13 de enero de 2017 - 02:36 a. m.

Antes de ser ministro de Guerra –1962-1965–, el general Ruiz Novoa –quien recién cumplió 100 años– fue comandante del Batallón Colombia en la guerra de Corea, contralor general de la Nación en el gobierno militar y comandante del Ejército –1960-1962–.

Desde que asumió el Comando del Ejército, en el gobierno de Lleras Camargo, Ruiz Novoa se propuso plantear una ideología militar acorde con el anticomunismo de la Guerra Fría, dejando de lado la arraigada politización bipartidista del país. Buscó actualizar la institución militar al fundar la Biblioteca de Oficiales y fomentar el estudio de disciplinas ajenas a la actividad castrense. Pretendió así dar mayor capacidad de mando a los oficiales con más conocimiento de la sociedad y entrenamiento técnico. Así mismo, interpretó el papel trazado para los ejércitos latinoamericanos por parte del Pentágono al desarrollar un plan contra la violencia que denominó Plan Lazo. Además de sus aspectos tácticos, ese plan tuvo una política de acercamiento a la población civil denominada “acción cívico-militar”. El plan se amplió cuando Ruiz Novoa fue nombrado ministro de Guerra por el presidente Valencia, en el segundo gobierno del Frente Nacional. Tal era el prestigio adquirido por el general en los altos medios políticos, aunque no contaba con apoyo suficiente en el Ejército por su exigencia de disciplina.

Una vez en el más alto cargo militar –reglamentado por el Frente Nacional debido a la paridad bipartidista: seis ministros liberales, seis conservadores y uno militar–, Ruiz Novoa añadió a su visión la interpretación de la política nacional con un esquema desarrollista. Con la frase “reforma de las estructuras” resumió los temas de justicia social para eliminar las desigualdades y acción cívico militar para iniciar un proceso de desarrollo como nuevo papel de los militares en países subdesarrollados. Sus alusiones al comunismo como peligro nacional sirvieron de apoyo a la necesidad de reformas estructurales.

Sin embargo, el esquema desarrollista (la política en función del concepto occidental de desarrollo durante la Guerra Fría) del general Ruiz Novoa adolecía de unidad teórica. Mezclaba posiciones nacionalistas, postulados paternalistas religiosos, teorías económicas y apoyo en figuras políticas nacionales e internacionales. A su esquema agregaba una interpretación de la política militar estadounidense para justificar el papel desarrollista del ejército.

Esta formulación pública podía ser aceptada por la oligarquía –aún existente en el país– en su planteamiento anticomunista, pero no en una intervención autónoma de los militares. No en vano se había pasado por el experimento militar de Rojas Pinilla inducido por la clase dirigente. En consecuencia, los políticos comenzaron a propagar una imagen negativa del ministro de Guerra. Se alegó la apoliticidad institucional de los militares y se presentó al general como defensor de una posición personalista contraria a la función militar. Al compartir esa visión política, los más altos oficiales pidieron al presidente Valencia el retiro del ministro. El desenlace se precipitó al comenzar 1965, a propósito de la huelga obrera nacional en que supuestamente estaba comprometido Ruiz Novoa para asumir el poder en medio de la crisis.

Con el nuevo ministro, el general Gabriel Reveiz Pizarro –quien encabezó la solicitud de destitución de Ruiz Novoa–, la institución militar tuvo un replanteamiento conservador. Sin embargo, tras el nacimiento del Eln en el mismo año 65, germinó la semilla de una nueva forma de lucha antisubversiva. Pero la ausencia de dirección de la política militar por parte de gobiernos sucesivos y la incapacidad de los mandos llevó al fracaso la derrota de la subversión y estimuló su crecimiento. Hoy la sociedad aún está padeciendo las consecuencias.

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