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Los ciegos, el elefante y una reforma tributaria

Gonzalo Hernández
25 de octubre de 2016 - 02:00 a. m.

Llegó la reforma tributaria. Algunos no saben de qué se trata. Otros se hacen los ciegos.

Cuenta la historia de origen indio que varios hombres se encuentran con un elefante en la oscuridad. Sin antes haber presenciado algo así, cada uno empieza a tocar al gigante en diferentes partes. Aquel que cogió la pierna dice: “ah, es una columna”; aquel que cogió una oreja grita: “es una canasta desbaratada”. No logran poner juntas sus observaciones y cada uno se aleja creyendo conocer lo que encontraron en las tinieblas.

Con la nueva reforma tributaria, ya la tercera presentada por el ministro Cárdenas, varios “invidentes” estarán desinformados. Pero además están los que se hacen los ciegos. Estos serán los más combativos al decirnos que la reforma es un “pilar estructural” o “una canasta en mal estado”. En ningún caso es así. Hay matices, y sí que importan.

Por el lado del Gobierno, la retórica se basa en denominarla “estructural” porque supuestamente tiene en cuenta los principios de equidad, competitividad, simplicidad, y suficiencia. “Estructural” siempre suena bien. Sin embargo, no todo puede alcanzarse a la vez. No nos dicen que hay disyuntivas. “Estructural” es una verdad a medias. La reforma sí apunta, por ejemplo, en términos de competitividad, a que se recauden más impuestos de las personas naturales que de las personas jurídicas.

En los países OCDE por cada dólar recaudado de personas jurídicas se recaudan 2,3 dólares de las personas naturales. En Colombia: apenas 0.22, ¡diez veces menos!

Pero ¿cuáles personas naturales van en realidad, de manera efectiva, a pagar más impuestos? ¿Los más ricos? Lo dudo.

No nos dicen tampoco que elevar la tarifa general del IVA del 16 al 19 por ciento es una medida que va en contra del principio de equidad. El IVA es un impuesto regresivo: afecta proporcionalmente más a las personas con menores ingresos. Frente a esta crítica la respuesta usual es que la progresividad no debe estar en los impuestos sino en el gasto. Si es así, ¿puede ser esta una reforma tributaria integral mientras no se revise también lo “estructural” del gasto público?

Por el lado de la oposición, aunque la reforma no tiene un líder único, no se quedarán atrás en su beligerancia. El principal ataque vendrá de los grupos que pueden verse afectados por impuestos específicos (por ejemplo, productores de bebidas azucaradas). A ellos seguramente se unirán los adversarios políticos del presidente Santos que harán de la reforma otro campo de batalla, o mejor, otro río revuelto, para minar la maniobrabilidad del Gobierno frente a los Acuerdos.

Para ellos el rótulo clave para descalificar cualquier impuesto será “antitécnico”. “Antitécnico” significa: no nos gusta, podemos perder con él. Y con la palabrita surgen algunas curiosidades que desvelan los intereses económicos de cada grupo. Por ejemplo, mientras para el sector financiero el impuesto del 4 por mil a las transacciones financieras es “antitécnico”, el que parte de los ahorros de los colombianos en las cuentas AFC queden exentos del impuesto de renta les parece bastante “técnico”. Claro, el impuesto afecta su captación, la exención la facilita. ¿Tendrá su beligerancia que ver con sus ganancias?

Según algunos es también “antitécnica” la tributación a los dividendos porque es “doble tributación”. ¿Qué tal entonces si los asalariados de la clase media dijeran que es “antitécnico” pagar el impuesto a la renta y luego el IVA cuando hacen sus compras? Con este asunto de “antitécnico” nadie en el mundo pagaría impuestos.

Los principales avances de la reforma están en simplicidad (menos tarifas diferenciadas) y en suficiencia (recaudo suficiente para financiar los gastos actuales del gobierno general). Falta mucho aún en equidad y competitividad. Y como en cada discusión sobre esquemas tributarios, saldrán más a flote los intereses personales y gremiales que los intereses generales.

Como en la historia de origen indio, el elefante no es una oreja grande o una pata gruesa, y la reforma tributaria no es ni una “canasta desbaratada” ni una “columna estructural”.    

El autor es Profesor Asociado y Director del Departamento de Economía de la Universidad Javeriana

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