Los premios Nobel de Literatura

Manuel Drezner
01 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.

Los académicos suecos nuevamente han armado escándalo con la adjudicación del Nobel de Literatura al cantautor de baladas populares Bob Dylan. La realidad es que se trata de una tempestad en un vaso de agua, ya que es una nueva prueba de lo sobrevalorado que es ese galardón.

Las buenas relaciones públicas de esa academia han logrado que se perciba el premio en cuestión como una especie de campeonato literario que se adjudica a lo más grande, lo más selecto, el non plus ultra en el campo literario.

La triste realidad es otra. La Academia Sueca está conformada por dieciocho señores miembros de una agrupación creada por el rey Gustavo III de Suecia en el siglo XVIII, para fomentar el uso del idioma sueco. La razón por la cual el noruego Nobel designó a los suecos para determinar quién era merecedor del premio, fue que firmó el convenio en el que se describía su voluntad en un club sueco-noruego en París y no quiso dejar por fuera a los suecos y por eso ellos están dedicados a esa labor. La cual, con notables excepciones, han cumplido pésimamente, desde el premio inicial al mediocre Sully Prudhomme, pasando por otros como Bjornson, Mistral y el notable Knut Hamsun, autor de algunas de las novelas más aburridas de toda la literatura universal. A más de la mitad de los galardonados nadie los recuerda ni siquiera como oscuras notas de pie de página en la historia del arte literario, mientras que las omisiones que los buenos académicos suecos han logrado son como una especie de quién es quién entre los grandes escritores. Para muestras unos botones: Joyce nunca fue considerado para el premio. Parece que los suecos no sabían quién era Proust, que tampoco ganó el Nobel. Borges, Nabokov, Tolstoi, Emilio Zolá y Kafka para los suecos fue como si no hubieran existido y para llegar al premio de este año, independientemente de lo bueno o malo que sea Dylan, más o menos lo que están diciendo esos señores es que ya no hay escritores en el mundo que merezcan el Premio Nobel de Literatura tanto o más que Dylan. En cambio Pontopidan, Lagerloff, Laxness y Gjelerupp sí lo ganaron. Yo apostaría cualquier cantidad que la inmensa mayoría de la gente no los ha oído nombrar y que ni siquiera en el efímero momento en que ganaron el premio tenían muchos lectores.

Todo lo anterior para confirmar que el Premio Nobel hay que ponerlo en su verdadera perspectiva. La opinión de los académicos suecos no es tan importante como la describen y el Premio Nobel de Literatura podrá ser todo lo honorífico que se quiera, pero no refleja siempre calidad literaria. Los dieciocho buenos señores de la Academia Sueca deberían dedicar su tiempo a pulir el idioma sueco y ceder la adjudicación del prestigioso galardón a quienes sí sepan de esas cosas.

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