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Memoria hecha coágulos

Diana Castro Benetti
19 de marzo de 2016 - 12:27 a. m.

Tenemos la memoria olvidada. Ni la recordamos, ni la modificamos, ni la vivimos, ni la honramos.

Se nos olvidó lo que pasó y ya no encontramos el camino a un futuro limpio. Hacer memoria tiene sus deberes. Hay que buscar en la profundidad de las imágenes propias o hay que indagar en las cenizas de lo que ya no existe. Hay que volver al cuerpo, a los huesos, a las caderas, a los ojos. La memoria se aloja en la sangre. Hay que mantenerse vivo para poder recordar.

No hay manera de evitar ser el pasado porque es en ese lugar, el pasado de guerra, de dolor, de abuso, donde somos todos esos seres que han sido aniquilados por otros o que siguen siendo victimarios de otros. Somos todos a la vez y al tiempo, porque somos los mismos. No hay diferencias, tenemos los mismos ojos, las mismas mentes, los mismos instintos, los mismos deseos, aunque pareciera que la dualidad del mundo nos dividiera en buenos y malos, en flacos y gordos, en blancos y negros. Seguimos encadenados a las circunstancias, al contexto o a la ideología. Esclavos de un sino donde los hábitos nos persiguen y nos amenazan.

El futuro no dejará de ser el pasado que se muerde la cola. La memoria es viva, cambiante y, a veces, se congela, se coagula y se pudre. Se incrusta para impedir que la suavidad y los afectos ganen sobre los rencores. Son los seres memoriosos de las guerras los que impiden la construcción de nuevas huellas, huellas que sepan a inocencia y a perdón. Es la memoria que se enquista la que complica los encuentros, es la memoria que no perdona la que aviva las batallas.

Pero hay memorias que fluyen, mutan y se abren a nuevas lunas; hay memorias que dignifican y reconfiguran las generaciones por venir. Hay memorias que indultan porque, al vivir en la realidad de la alegría, hacen de lo cotidiano una revolución inminente. El perdón es lo que nos permite ir más allá de la esclavitud del rencor y del odio. El perdón nos deja libres de pasados y hace del futuro un lugar de comprensión: es la puerta a la libertad y la dicha. Sociedad sin perdón no es ni paz ni futuro.

otro.itinerario@gmail.com

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