México, contra las cuerdas

Salomón Kalmanovitz
30 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

El comercio exterior de México depende excesivamente de Estados Unidos, pues exporta US$270.000 millones, dos tercios del total.

Eso lo hace vulnerable al matoneo de Trump, que amenaza con imponerle una tarifa especial y castigar a cada empresa que invierta en el país y pretenda vender su producción en EE. UU.; lo está extorsionando además para que pague por un extravagante muro que humilla a todos los mexicanos y latinoamericanos.

Al negarse Peña Nieto a semejante pretensión, el magnate dijo que se pagaría con la tarifa, es decir, que lo terminarían pagando las empresas y los consumidores norteamericanos. El muro costaría alrededor de US$15.000 millones, no tendría mucha utilidad y desplazaría obras más necesarias, como aeropuertos y autopistas que se están derrumbando por la insistencia republicana de devolverles impuestos a los ricos.

Las tarifas específicas están prohibidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las amenazas de gobiernos contra empresas son ilegales, bajo cualquier legislación. Los mexicanos pueden responder con tarifas similares contra las exportaciones de Estados Unidos, que son de US$212.000 millones al año, incluyendo una parte importante de su producción de maíz y trigo, algo que tiene alarmadas a las firmas del cordón agroindustrial norteamericano.

En la nueva división del trabajo, propiciada por el tratado de libre comercio con EE. UU. y Canadá, México sacrificó su agricultura para poder ampliar su base industrial construida por inversionistas extranjeros, sobre todo de Estados Unidos. Es obvio que Trump busca un efecto mediático entre sus votantes, pero debe reconocer que las empresas que vulnera cuentan con influencia en el Partido Republicano, cuyas mayorías en el Congreso pueden frenar sus ímpetus.

Con los trabajadores de bajos salarios de México atendiendo partes de las cadenas de producción, Estados Unidos puede competir mejor contra China y los capitales europeos que exportan desde sus periferias. Se benefician además todos sus consumidores con precios más bajos que los que tendría una economía cerrada de altos salarios. A Estados Unidos le conviene profundizar una división del trabajo en la que se especializan en bienes intensivos en tecnología (aeronáutica, robótica, tecnologías de la información, diseño y servicios), en los que se recuperan los altos costos salariales y en donde predomina la automatización de sus plantas. Es tonto, como lo quiere Trump, prohibir la inmigración de mano de obra calificada para atender la expansión de este tipo de ramas. Es más estúpido aún pretender volver a las industrias intensivas en mano de obra que llevarían rápidamente a la economía al pleno empleo, a que se disparen sus salarios y a la inflación.

El sistema impositivo norteamericano es obsoleto y no cuenta con defensas en su comercio internacional. Casi todos los países tienen impuestos al valor agregado que se les imponen a las importaciones mas no a las exportaciones, mientras que Estados Unidos no tiene IVA y exonera los costos de las empresas que incluyen importaciones mas no sus ingresos por exportaciones. Una propuesta de los republicanos en el Congreso es invertir las cargas, algo que no prohíbe la OMC, pero que parece no entender del todo el intelecto limitado del presidente.

México también podría castigar a Estados Unidos: no cooperar en migración ni en narcotráfico, socavando la seguridad de su frontera.

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