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Muerte en la arena

Aura Lucía Mera
11 de julio de 2016 - 08:00 p. m.

“No se cerraron sus ojos / cuando vio los cuernos cerca, / Pero las madres terribles levantaron la cabeza / y a través de las ganaderías / hubo un aire de voces secretas / que citaban a toros celestes / mayorales de pálida niebla...” (Federico García Lorca )

Víctor Barrio. 28 años y un corazón repleto de ilusiones. Desde chico iba a las tientas con sus amigos, pero no se animaba a entrar al ruedo. Jamás estuvo en escuela taurina, pero la pasión por el toro era su vida. A los 20 años se decide a “saciar su hambre de torero” y sorprende con su valor y naturalidad, triunfando como novillero hasta su alternativa en Las Ventas en Madrid en abril de 2012.

Llega la muerte enamorada y encarnada en Lorenzo, un Santacoloma de 529 kilos, y en medio de una tarde soleada, rara en ese gélido Teruel, en la Feria del Ángel, aprovecha un golpe de viento que distrae la muleta para atravesarle el corazón y dejarlo tendido en la arena.

Su vida se escapa en segundos. La plaza se cubre de desolación y sus compañeros de lidia y sus cuadrillas estallan en lágrimas. Un silencio de muerte y dolor cubre el ruedo. Lo recogen suavemente y lo llevan a la enfermería acunado como un niño. Exangüe. Ya su alma había escapado y sólo existía ese cuerpo joven, vestido de luces, inerte.

Víctor Barrios es el primer torero que deja su vida en el ruedo español en lo que va corrido del siglo. Ya El Pana, legendario torero mexicano, único en su estirpe taurina y bohemia, había muerto dos meses antes.

Ya el siglo pasado, 134 personas, entre matadores y subalternos, habían dejado su vida. Inolvidables en el recuerdo, inmortales en la memoria histórica de la tauromaquia, como Manolete, Joselito, Ignacio Sánchez Mejías, Paquirri, El Yiyo y tantos otros que se me escapan de la mente.

Este verano taurino español ha sido particularmente sangriento. Los toros no han perdonado un solo descuido. Lidiadores de la talla de Escribano y Lamelas han sufrido cornadas mortales que les han roto la femoral y la safena .El novillero peruano Renato Motta murió en un pueblo pequeño de su país. Javier Jiménez ha sufrido la fractura de tres vértebras.

Sí, en el ruedo se citan, se funden, danzan y se enfrentan la vida y la muerte. No existen trucos. La tauromaquia encierra la magia del instante y el dolor desgarrador de la tragedia. El toro de lidia, impredecible, noble en su bravura y trapío, o terrible y asesino, es el protagonista del ritual. El torero sabe a qué se enfrenta. Y lo lidia estatuario, citando, templando, mandando.

Ojalá los jóvenes antitaurinos que se bañan con baldados de líquidos rojos y tratan de envilecer el ritual, lo conocieran más a fondo, o tuvieran los cojones de este muchacho de 28 años para ponerse delante de un toro bravo, o de una vaquilla añoja... eso sería otro cantar.

Posdata: Felicitaciones Felipe Negret. ¡La Santamaría abrirá de nuevo su Puerta Grande!

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