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Negros nubarrones

Patricia Lara Salive
13 de mayo de 2016 - 02:03 a. m.

El atentado de hace una semana contra la excandidata a la Gobernación del Cesar, Imelda Daza, quien afortunadamente salió ilesa del tiroteo realizado en una reunión sindical en Cartagena, donde ella se encontraba; unido a las decenas de homicidios perpetrados este año contra líderes sociales y activistas que trabajan por la restitución de tierras; todo ello sumado al explosivo ambiente que genera el llamado a la resistencia civil contra los acuerdos de paz hecho por el expresidente Álvaro Uribe, genera una situación supremamente peligrosa para el país y para el futuro de la paz en Colombia.

Es evidente que hay sectores muy poderosos, armados y desarmados, de los cuales hacen parte algunos ganaderos, políticos, empresarios, militares y exmilitares que no se ruborizan ante la posibilidad de aliarse con mafiosos y sicarios, con el único propósito de hacer abortar la negociación de paz con las Farc, que está a punto de concluir y nunca había estado tan cerca de lograrse.

Pero esta vez no puede repetirse otro genocidio, como el perpetrado en los años ochenta y noventa contra la Unión Patriótica. Matar, en muchos casos con la complicidad del Estado, a tres mil o cuatro mil militantes de un partido que acabó minado a bala, es un hecho que no podemos permitir que vuelva a suceder.

En estos días, el senador Iván Cepeda me contaba cómo su padre, el senador comunista Manuel Cepeda Vargas, quien había denunciado en el Congreso que existía el llamado Plan Golpe de Gracia para atentar, como efectivamente sucedió, contra los dirigentes significativos que quedaban de la Unión Patriótica (él, Aída Avella, Hernán Motta y José Miller Chacón), había sido asesinado meses después de denunciar su propio crimen, en el cual participaron tanto Carlos Castaño como sectores militares. Por ese asesinato, la Corte Interamericana condenó a Colombia, y el entonces ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, tuvo que pedir perdón en nombre del Estado colombiano.

Presidente Santos: usted no puede permitir que se repita ese rosario de muertes anunciadas… El Gobierno debe tener claro que su prioridad tiene que ser poner todos sus aparatos de inteligencia en la tarea de capturar y desenmascarar cuanto antes a los responsables de los atentados, incluidos sus autores intelectuales, no importa de qué peces gordos se trate.

Ya se anunció que dutuvieron a uno de los presuntos autores del abaleo contra Imelda Daza. Se trata de Ricardo Oliver de Arco, alias ‘Pito’, quien fue reconocido por la Policía gracias a las imágenes de una de las cámaras de seguridad de la zona, que lo muestran entrando en el lugar donde ocurrió el tiroteo. El sospechoso tenía detención domiciliaria por porte ilegal de armas y hurto calificado y agravado. Pero la investigación no puede quedar ahí. Hay que averiguar quiénes lo contrataron, quiénes le pagaron y quiénes están detrás de esa máquina de muerte paramilitar que quiere volver a enquistarse para frenar todo lo que signifique que caminemos hacia la paz, se restituyan las tierras arrebatadas mediante la violencia, se amplíe la democracia y Colombia sea un país vivible, donde las discrepancias se resuelvan con los votos y no con las balas.

No tenemos derecho a equivocarnos esta vez. Es hora de que los demócratas hagamos escuchar nuestra voz y, al diabólico llamado de Uribe a la resistencia civil contra la paz, opongamos un alarido que se escuche en el último rincón de Colombia, mediante el cual, al unísono, hagamos oír nuestro atronador ¡no a la guerra!

www.patricialarasalive.com

 

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