Nobel, Paz y Zorba

César Ferrari
14 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.

El Presidente Juan Manuel Santos recibió este sábado el Premio Nobel de Paz por sus denodados esfuerzos por construir la paz en Colombia luego de cincuenta años de guerra contra una guerrilla que finalmente supo atender el llamado de la razón.

Sin duda fue premio muy merecido. Como en su oportunidad señaló el Papa Francisco, Juan Manuel Santos fue capaz de jugar todo su capital político en este quehacer pues a pesar de las vicisitudes logró finalmente un Acuerdo de Paz que el Congreso colombiano ratificó en su inmensa mayoría. Para algunos, sin embargo, en el colmo de la mezquindad, fue el resultado de una negociación y una compra de merecimientos con los noruegos.

Silenciar los fusiles no es poca cosa. Gran parte del pueblo colombiano, sobre todo el de mayores ingresos y urbano, acostumbrado a escuchar durante años noticias de una guerra lejana, comienza a asimilar la ausencia de esas noticias y a identificar la paz como un hecho real: sin muertos, heridos, ni plagiados y también sin falsos positivos. Para las víctimas, los que sufrieron en carne propia esos tristes hechos, la paz comienza a vivirse directamente.

Que la paz tiene beneficios enormes y cero costos económicos, aunque genere gastos fiscales, no hay duda. No es solo la ausencia invaluable de muertos, heridos, desplazados y miedos. Es también la posibilidad de un desarrollo tranquilo del campo, del turismo, de la creación de mercados, de la facilidad de construir carreteras, o de la ausencia de voladuras de torres y oleoductos.

Pero para que la paz sea sostenible debe construirse. Esa es también otra verdad incuestionable. Significará, particularmente, rentabilizar la agricultura y, en general, las actividades rurales, es decir que los precios de sus productos superen los costos de producirlos. Eso tiene que ver con una tasa de cambio elevada y estable, como la actual, pero también con costos financieros reducidos, insumos agropecuarios a precios internacionales y carreteras y comunicaciones adecuadas. Y eso significa políticas monetarias, fiscales y regulatorias apropiadas a esos fines.   

Para algunos colombianos, los que anuncian que a partir del 2018, si se hacen con la presidencia, desandarán lo andado, los costos de la paz superan a sus beneficios. Pero los costos que pueden mostrar son solo ideológicos. No les gusta en particular la supuesta impunidad de la guerrilla, ni su acceso a una representación popular. 

Tal vez la razón no logre convencer a los opuestos a la paz que dicen quererla, pero con tales exigencias que simplemente la hacen imposible. Tal vez lo único que quieren algunos de ellos es mantener sus privilegios y sus tierras que, piensan, perderían ante la inminencia de un campesinado fortalecido por la ausencia de la guerra.

Nikos Kazantzakis, el gran escritor griego, publicó hace 70 años “Zorba el griego”. Mikis Theodorakis, el genial músico griego, la musicalizó en ritmo de sirtaki, la danza popular griega, y la convirtió en un ballet en dos actos que el Ballet de Santiago presentó en Bogotá este fin de semana. Alexis Zorba es el personaje principal de la obra y logra, a través del baile, juntar a su pueblo para dejar atrás su tragedia.

Si no es través de la razón que los inconformes con los Acuerdos de Paz puedan convencerse ¿será que existe algún Zorba que a través de la música, es decir del corazón, pueda desarmar sus espíritus guerreros?        

*Profesor, Universidad Javeriana, Departamento de Economía.
 

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