Odebrecht y la corrupción como sistema

Aldo Civico
18 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Tiene razón Claudia López cuando señala que derrotar la corrupción es más difícil que acabar a las Farc. El escándalo de Odebrecht es el último de una larga serie de ejemplos.

Es el papel de la Fiscalía identificar responsabilidades individuales por los sobornos que permitieron a la empresa brasileña ganar el contrato para construir la Ruta del Sol II. Pero el escándalo de Odebrecht confirma que en Colombia hay un nivel de corrupción que se convirtió en un sistema. Ya no hablamos simplemente de unas manzanas podridas.

Cuando la corrupción se vuelve un sistema, ya no hay diferencia entre el comprador y el vendedor, entre los que deberían controlar y los controlados. La diferencia entre el Estado y el mercado desaparece por completo. De esta manera pierde la democracia y pierde el mercado libre.

Se trata de un círculo vicioso donde el voto ya no es libre, sino más bien el producto de un intercambio de votos: tú votas por mí y yo te doy el contrato o un trabajo. Esa práctica generalizada revela que hoy en la cultura política del país hay un problema ético profundo en el cual los partidos se han convertido en unas máquinas de poder y de clientela con escasa conciencia de la vida y de los problemas de la sociedad y de la gente. Faltan las ideas y los ideales. Los partidos ya no tienen pasión por la política, sino por el dinero. Los partidos ya no hacen política, sino puros negocios. No tienen en la mira el bien común, sino los intereses privados de unos pocos. El Estado mismo se ha convertido en un comercio ilícito.

El caso de Odebrecht es un ejemplo del nivel de degeneración al cual ha llegado la política. Pero para combatir este mal, la sola labor de la Fiscalía no es suficiente. A la falta de verdadera política hay que responder con más política honesta. Por eso hoy en Colombia se necesita un movimiento político independiente, promovido por ciudadanos indignados y honestos, que haga de la lucha a la corrupción y de la cultura de la legalidad el eje central de su mensaje y de su compromiso de gobierno.

Se necesita un movimiento político que promueva una política de ruptura; ruptura con un sistema de poder que favorece a la corrupción, al poder mafioso, al mal uso de los recursos, al clientelismo, la evasión de impuestos y al aprovechamiento abusivo de los bienes públicos.

Es decir, se necesita un proyecto político que devuelva a la democracia su significado original y que pueda crear nuevas reglas para el actuar político: como la integridad ética, la opción preferencial para los más débiles, la voluntad de construir el bien común; la capacidad de garantizar una información verdaderamente libre.

De esta manera será posible tener una política que logre también sanar las llagas de la desigualdad y de la injusticia, que son hijas del sistema de corrupción. Para el cambio político que el país necesita, Colombia tiene hoy en voces como la de Claudia López, Sergio Fajardo y otros, una posibilidad real.

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