Publicidad

Origen Altamira

Hugo Sabogal
23 de octubre de 2016 - 02:00 a. m.

En el insondable historial del vino, existen lugares cuasi sagrados, donde las vides regalan ejemplares únicos e irrepetibles. Sencillamente, no podrían ser de otro lugar.

Son los casos de Médoc, Saint Emilion y Sauternes, en Burdeos; Chablis y Côte-de-Nuits, en Borgoña; Chianti, Montalcino y Montepulciano, en Toscana; Napa y Sonoma, en California; Rioja Alta, Ribera del Duero y Priorato, en España; Duoro, en Portugal; Alto Maipo, Apalta, Casablanca y Leyda, en Chile; Barossa, en Australia, y Marlborough, en Nueva Zelanda.

En Argentina, si bien a Luján de Cuyo siempre se le ha conocido como la “primera zona” —para referirse a la excelencia de sus tintos—, han tomado fuerza recientemente dos designaciones que fácilmente se ponen a la altura de todas las anteriormente citadas (sin excluir, claro está, a clásicas zonas, como Vistaflores y La Consulta).

Las dos más recientes son Paraje Altamira y Gualtallary, emplazadas en el Valle de Uco, parte alta de la provincia de Mendoza.

Paraje Altamira obtuvo su título oficial de Indicación Geográfica en 2013. Tradicionalmente, las zonas productoras argentinas se definen por sus fronteras políticas y no por sus características de clima y suelo.

Aprovecho hoy para hablar de Altamira, a propósito de la visita del empresario mendocino José Alberto Zuccardi, director del grupo vitivinícola del mismo nombre, quien viene a presentar esta semana algunos de los vinos elaborados en Piedra Infinita, su nueva e innovadora bodega, ubicada en un punto especial de Altamira.

Piedra Infinita, además, es la única planta cuyos tanques de fermentación son hechos en hormigón, material noble, afín con los suelos pedregosos de los viñedos.

El marco geológico de Paraje Altamira (recomiendo consultar www.parajealtamira.org) se caracteriza por la presencia de rocas sedimentarias marinas y continentales, así como por rocas volcánicas. Esto garantiza la presencia de carbonato de calcio bajo la superficie.

Las plantaciones, a más de 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar, se benefician de una notable amplitud térmica entre el día y la noche, lo que permite una madurez lenta y estable. Además, el riego de los viñedos se realiza con agua pura de deshielo, procedente directamente de la cordillera de los Andes.

Una destacable particularidad es que las raíces de las plantas se abrazan a las piedras cubiertas de carbonato de calcio, absorbiendo valiosos nutrientes que, a su vez, traspasan a plantas y racimos.

El geólogo chileno Pedro Parra, quien ha escudriñado Altamira durante años, no duda en decir que este lugar es el más fiable del Valle de Uco para entrar definitivamente en el escalafón de los grandes vinos del mundo.

Los vinos de Altamira sugieren frutas rojas frescas y sensaciones florales a violetas, con un trasfondo a tiza, muy revelador (y muy valorado hoy), porque habla claramente del origen pedregoso y calcáreo del subsuelo.

Igualmente, son vinos de menor contenido alcohólico, mayor acidez natural y una identificable estructura tánica de tipo mineral, que los pone en una clase aparte.

La conjugación de todos estos factores le confiere al vino una gran longevidad (décadas de vida en la botella). Según la revista inglesa Decanter, Paraje Altamira posee todas las condiciones asociadas con los mejores Grand Cru franceses.

En Colombia estarán disponibles tres etiquetas: Zuccardi Aluvional, Emma Zuccardi y Zeta.

¡Ah!, y no me he olvidado de Gualtallary, otra nueva zona con atributos especiales. Será en una nueva entrega.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar