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País del absurdo: sin educación sexual y con exposición sexual

Columnista invitado EE
04 de mayo de 2016 - 10:43 p. m.

Durante años he defendido el derecho a vivir el erotismo sin miedo; erotizar y ser erotizados sin que esto sea señalado de inmoral o sea motivo para vivir violencia sexual.

Por: Mar Candela*, especial para El Espectador

Creo firmemente que nuestras sociedades serán mucho más justas, sensibles y amorosas si aprendemos a disfrutar del placer de nuestro cuerpo, tanto hombres como mujeres, en igualdad de condiciones, sin prejuicios y condenas sociales.

Creo que solamente una sociedad habitada por cuerpos libertarios y gozosos será una sociedad en paz. Y me sostendré en lo dicho el resto de mi vida porque creo firmemente que el lenguaje amatorio, el cual no es sólo un contacto sexual, sensitivo, pasional y erótico sino que también es un contacto terapéutico y emocional; es el único lenguaje que transmite a todos bienestar y tranquilidad.

Este lenguaje debe ser aprendido y ejercitado por la humanidad desde la absoluta conciencia y desde un profundo conocimiento de nuestro cuerpo y de las necesidades del mismo. Necesidades que siempre están conectadas no solo a lo químico sino a lo psicológico y racional.

Justamente porque estoy convencida de que debemos educarnos en otras formas de amar y sentir; que no existirá una transformación auténtica social si no empezamos desde el pensamiento, las emociones y el cuerpo; que la paz no existirá sin cuerpos libertarios y gozosos que disfruten conscientemente de toda su capacidad sensitiva, siento que debemos tener una responsabilidad con el lenguaje erótico.

Soy una absoluta convencida de que todo tiene su tiempo bajo el sol sin importar qué tan precoz sea el ser humano. Hay cosas que deben esperar para aprenderlas bien, y una de esas cosas es el erotismo; somos seres eróticos de natura y la seducción es un lenguaje que nace con nosotros; sin embargo es un continuo descubrir diario y vitalicio.

Por eso entiendo que ningún menor de siete años está en capacidad de entender y dimensionar un baile erótico; mucho menos tiene el entendimiento para diferenciar que bailar entre niños inocentes es diferente a que un adulto quiera sostener “un baile erótico” con ellos.

Niñas y niños no entienden la diferencia entre una caricia sexual de un adulto o el baile de “choque” que realizan en el colegio con sus amigos.

Como mujer, como madre, como feminista y defensora de los derechos sexuales hoy debo decir que me preocupa profundamente la falta de sensatez en este país, donde se prohíbe la educación sexual a los menores en primaria mientras se les permite realizar danzas altamente eróticas, con un contenido sexual, entendiendo que el sexo no se resume al coito.

Es cierto que ningún baile embaraza, como bien los dicen quienes defiende a capa y espada los bailes tradicionales con alto contenido erótico; es cierto que no se deben prohibir estas expresiones artísticas y culturales, como también es cierto que un baile sí despierta curiosidad sexual y excitación, y que es irresponsable permitir que niñas y niños entre cuatro y siete años de edad practiquen danzas eróticas, más aún cuando no reciben educación sexual.

Todavía no comprendo cómo existen progenitores permitiendo que en los colegios sus chiquitos sean instruidos en bailes eróticos existiendo decenas de bailes tradicionales sin alto contenido sexual.

No entiendo la lógica de este país. El procurador Alejandro Ordóñez se opone a la educación sexual a los menores --donde claramente no se trata de hablar del coito ni de motivarlos a tener relaciones sexuales, sino a cuidar de su cuerpo-- pero no dice nada por las coreografías de “perrero” con niñas y niños menores de siete años.

¿Acaso los progenitores, los directivos de colegio y hasta el procurador ignoran que la pedofilia está disparada en el país y que los niños deben ser educados para entender cuando están siendo mirados y tocados inapropiadamente?

Hace dos años, los casos de abuso a menores en las instituciones educativas vienen siendo alarmantes. La Secretaría de Educación, a través del sistema de alertas RIO, puesto en marcha por la administración anterior, hizo más fácil canalizar las denuncias de las instituciones educativas. Así se estableció que durante el 2014 y el 2015 hubo 1.102 casos y 1.603, respectivamente, de abuso sexual, que puede ir desde una insinuación hasta acceso carnal violento, reportado desde las instituciones educativas públicas de Bogotá.

Estos casos sucedieron en su gran mayoría en el hogar, luego en el entorno escolar y, por último, en el colegio. Lo más grave es que del total reportado, 53 (2014) y 80 (2015) fueron ejercidos por profesores o directivos de las instituciones. Dos menores son abusados sexualmente en Colombia cada dos horas --el año pasado fueron más de 18.000 los casos de presunto abuso sexual contra menores que contabilizó el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). También entre enero y febrero de este año fueron reportados otros 2.594 casos de presunto abuso sexual contra menores y, según el reporte, el 84% de las agresiones fueron cometidas contra niñas.

Este es el país del absurdo.

El país escandalizado porque existan personas adultas dispuestas a ofrecer atención sexual con ánimo de lucro, tanto hombres como mujeres, y absolutamente cómodo con la idea de que los pedófilos invisibles que están en todas partes se deleiten con bailes eróticos protagonizados por niños y niñas entre cuatro y siete años.

¿Cómo es posible que seamos tan brutos? ¿Por qué nos ocupamos más de la moral sexual de mujeres y hombres adultos que del cuidado de la salud y vida de nuestras niñas y niños?

* Ideóloga. Feminismo Artesanal.

 

 

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