Para crecer aceleradamente: la cuestión fiscal

César Ferrari
05 de octubre de 2016 - 02:54 a. m.

La tributación en Colombia es insuficiente. Según la OCDE, en 2014 la tasa de recaudación colombiana fue 20.3% del PIB, la tasa latinoamericana 21.7% y la de los países de la OCDE 34.4%.

Es además ineficiente. La tasa nominal de impuesto a la renta que deberían pagar las empresas bajo diversos nombres supera largamente a las internacionales. La tasa es cercana al 42%, aunque muchas empresas se benefician de excepciones y prebendas, o evitan pagar funcionando informalmente. A su vez, la tributación descansa en impuestos anti-técnicos como el 4 por mil a los movimientos financieros, que debería desaparecer.

La tributación es también inequitativa: las personas naturales que poseen más riqueza e ingreso no son las que más contribuyen proporcionalmente a la recaudación fiscal. Las rentas de capital contribuyen en forma reducida, los dividendos no contribuyen, y las rentas del trabajo cargan con la mayor tributación.

Todo ello se da en un contexto de complejidad normativa que facilita la evasión y elusión, y promueve la informalidad.

El caso es que para alcanzar crecimiento económico, estabilidad de precios y equidad en la distribución de ingresos, el Estado debe proveer bienes públicos como justicia y seguridad y construir y mantener la infraestructura que el país requiere. Esas tareas deben ser financiadas con impuestos. Además, la reforma tributaria debería promover equidad y competitividad, y simplificar la tributación.

Así, la recaudación debería basarse en impuestos directos y no en indirectos. Debería recaer, por lo tanto, en forma progresiva, sin excepciones, sobre la renta y la riqueza de las personas naturales, en particular sobre sus ganancias de capital y sus dividendos, con menores tasas sobre las remuneraciones al trabajo, y menores aún sobre las empresas, como es en muchos países desarrollados. 

Y para ser más eficiente, resulta necesario eliminar el actual impuesto de renta de personas naturales y jurídicas y sus complementos. En sustitución es conveniente establecer un impuesto a las utilidades de las empresas y un impuesto a los ingresos netos de las personas naturales, sin exenciones, con tasas competitivas internacionalmente; una estructura progresiva con una tasa máxima de 20 por ciento para las empresas parecería razonable.  

Conviene también establecer un impuesto al patrimonio, por encima de cierto nivel, a cargo de las personas naturales y eliminarse para las personas jurídicas pues desestimula la inversión. Son convenientes, a partir de un nivel mínimo, a tasas similares a los impuestos al patrimonio, los impuestos a las herencias y a las ganancias de capital ocasionales, incluidos las de los activos financieros.     

Finalmente, conviene reducir las tasas del IVA, por equidad, porque gran parte ya están exceptuados y porque pronto será imposible controlar las operaciones virtuales e informales en casi todos los sectores de la economía. 

Profesor, Universidad Javeriana, Departamento de Economía

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