¿Pesimistas? Miren la tendencia

Juan Carlos Botero
26 de enero de 2017 - 10:50 p. m.

Hay razón de sobre para el pesimismo. La primera ministra británica, Theresa May, desea que la salida de Inglaterra de la Unión Europea, una relación de 43 años, no sea gradual, como se creyó primero, sino limpia y dura, tajante e inmediata. Y el ascenso de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. promete un retroceso en cada tema de importancia nacional de ese país, con efectos nefastos en el resto del mundo. Hay grandes temores en la actualidad, en efecto, y ninguno es falso.

De un lado, las consecuencias de un Brexit radical serán severas. Sufrirán las relaciones políticas y comerciales de Inglaterra con el resto de la Unión Europea; las divisiones internas del Reino Unido se agrietarán todavía más; la solidez de Europa sufrirá un grave debilitamiento frente a Rusia y a otras amenazas como el terrorismo, y las viejas discordias del continente, culpables de dos guerras mundiales, tendrán nuevos y temibles alientos.

En cuanto a EE. UU., el país dará marcha atrás en todo. Los derechos de las minorías, ya sean raciales, religiosas o sexuales, serán pisoteados. Los muchos y difíciles avances que se hicieron durante Obama en la protección ambiental serán borrados de un plumazo. Igual pasará con la salud pública, el crecimiento económico, la transparencia financiera, el acuerdo con Irán, la crisis del Medio Oriente y las relaciones con China y Rusia. Todo esto sufrirá un duro revés y por una razón obvia: Trump y sus ministros defienden, como salvajes, la posición contraria de todo lo que se ha logrado en estos frentes. Así que hay, sin duda, razones para el pesimismo.

Pero lo importante no es sólo esta realidad inmediata, sino la tendencia mundial en estos temas, y ahí hay buenas razones para el optimismo. Lo dijo Obama: la democracia es caótica, y el camino del progreso y del cambio social no es recto y asfaltado sino que suele tener altibajos, tropiezos, avances y retrocesos. Por eso lo significativo es el marco general que van trazando los movimientos sociales, y el mundo, cada vez más, tiende a la inclusión, a la diversidad, a la protección ambiental, y a combatir la desigualdad, la misoginia y la discriminación en todas sus variantes. Abundan los peligros y los retos, lo sé, y las minorías violentas y fanáticas siempre se opondrán, pero son minorías, y el mundo, trabajosamente, avanza hacia la tolerancia. Los adelantos en energía limpia y renovable no son reversibles por su creciente éxito en los mercados, y por primera vez en la historia la ONU proyecta el fin de la pobreza absoluta para el 2030. Además, las nuevas generaciones tienen conciencia ecológica y son más abiertas a la diversidad, al punto que, para millones de jóvenes, temas que antes encendían los odios como el matrimonio igualitario o interracial ni siquiera existen como temas. No importan. Claro: hay que enfrentar los peligros y combatir los atropellos de déspotas como Putin y Trump, pero tampoco hay que olvidar que la tendencia de los pueblos, a largo plazo, sugiere el triunfo eventual de lo bueno y lo justo, de la igualdad y el respeto. Para allá vamos. El camino es de piedras, lleno de curvas y huecos, pero apunta hacia un mejor lugar, uno que la humanidad está construyendo paso a paso. Y episodios como Brexit o Trump son graves tropiezos en el camino, pero no son el camino.

 

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