¿Por qué no ponemos de moda la educación?

Julio César Londoño
28 de enero de 2017 - 03:21 a. m.

Aunque todos la consideran “importantísima”, la educación no es un interés general.

Todos tienen opiniones sobre la paz, las drogas, la eutanasia, los impuestos e incluso sobre qué partes de su cuerpo pude usar un hombre para obtener placer. La educación, en cambio, no es un tema social. Cuando se lo toca, la conversación se limita a los cupos, el transporte, el valor de las matrículas y el estatus del colegio.

Sería magnífico que el tema anduviera de boca en boca. Para lograrlo, habría que trazar una estrategia con varias líneas de acción. Una de estas líneas debe apuntar al papel de la emoción en los procesos de formación, y uno de los eventos de esta línea puede ser un gran festival, un conjunto de entrevistas públicas a personas destacadas en educación, ciencias o artes, y que sean al tiempo muy buenos expositores, como Francisco Piedrahíta, el rector de Icesi; Juan Luis Mejía, el rector de Eafit; Patarroyo, Llinás, Moisés Wasserman, Cecilia Vélez, William Ospina, Claudia López, Doris Salcedo. También podemos invitar a Chico Buarque, el ministro de Educación de Lula, Camila Vallejo, la diputada chilena, Rubén Blades, el exministro de Turismo de Panamá.

Las entrevistas tendrán dos segmentos: uno biográfico, destinado a saber cómo fueron la infancia y la juventud del personaje, cómo se fraguó el maestro en el molde del niño.

El segundo segmento será pedagógico, es decir, seductor: qué recursos concretos debe usar el profesor (y el padre de familia) para hacer amables los procesos de formación, para que la clase sea una extensión del recreo, un lugar donde se construye conocimiento entre los estudiantes y el profesor, donde las ciencias y las artes sean maneras de respirar y de sentir, donde se evidencie la conexión entre las asignaturas y los tiempos, y finalmente, para que la escuela, y la casa y la calle, sean los escenarios de la construcción de una cosmología posible.

Los entrevistadores pueden ser presentadores y artistas con perfil intelectual: María Lucía Fernández, Claudia Palacios, Camila Zuluaga, Carlos Vives, Margarita Rosa. El prestigio de los entrevistados nos asegura la atención de los adultos. Los nombres de los entrevistadores atraerán a los jóvenes.

El público objeto de este festival son los rectores de los colegios, y público en general, por supuesto. Todo el que esté interesado en el tema es de los nuestros. Los rectores pueden replicar luego los modelos y recursos del evento que consideren adecuados para sus instituciones. Y, lo más importante, es posible que esta fiesta reviva en ellos la mística del educador, la pasión de enseñar; o mejor, de aprender con el estudiante.

Mi idea no es original. Es tomada de “Maestro de maestros”, un programa de Mineducación que busca detectar a los mejores profesores del país para que compartan sus métodos con otros profesores. Yo solo agrego un elemento mediático para atraer al público, y pongo el foco sobre la emoción. Ese es mi aporte.

Una serie de festivales como este puede lograr que el tema tenga la popularidad y el foro verdaderamente nacional que nunca ha tenido.

Cuando haya una masa crítica informada y deliberante, de allí saldrá de manera natural una política pública de una educación que sea congruente con el espíritu y las necesidades del país. Mientras tanto, seguiremos dando palos de ciego, haciendo discusiones circulares sobre logros y competencias, construyendo megacolegios sin tener claro qué se enseña, ni para qué, confiando en el poder mágico de las tabletas, distribuyendo limosnas estíticas, como las de “ser pilo paga”, y dejando el destino de la educación en manos de la ambición de los empresarios, los caprichos del mercado y el ajedrez de la política.

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