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Por todos los medios… y por todos nosotros

Columnista invitado EE
06 de agosto de 2016 - 05:45 p. m.

Seguir las noticias en Colombia es perturbador. No por las malas noticias. No. O bueno, también… pero es que a la tragedia cotidiana se ha sumado y de forma contundente la deplorable “altura del debate”.

Hay que ver los improperios, las mentiras, las acusaciones sin argumento que no son rebatidas, cómo el debate se reemplaza por “la labia” o “astucia” de quienes participan, cómo el ganador es quien tenga mejor “punch”… Hay que ver cómo los medios de comunicación se regodean en esos artilugios: los transmiten, los repiten, los elevan a tema del día, o lo que es lo mismo, desvían la atención del debate hacia ellos. La frase que se escoge para titular suele ser la más agraviante, y los pocos comentarios lúcidos que hubieran podido ser pronunciados se soslayan o son puestos a pie de página. La crítica periodística es escasa o superflua, y se ceden los micrófonos o las cámaras a quien más ruido haga, a quien menos respeto por el otro demuestre. Unos y otros, noticieros y políticos se han envilecido recíprocamente.

Vender escándalos y tragedias hasta ahora ha sido rentable tanto para los periodistas, o quienes ofician de tales, como para los personajes, casi siempre políticos, que participan en el espacio noticioso. No hay problemas reales, sino escándalos: “el escándalo de la parapolítica”, “el escándalo de los falsos positivos”, “el escándalo de las chuzadas”, son entre otras, de las más recordadas etiquetas con las que se ha encubierto la realidad . Hagamos claridad. Los falsos positivos no son un escándalo. Son crímenes cometidos por agentes del Estado. Toma más tiempo decirlo pero es una gran contribución a la difusión de la verdad. La parapolítica no es un escándalo, es un hecho de alianzas criminales entre políticos y paramilitares; las chuzadas son interceptaciones ilegales desde entidades gubernamentales a opositores políticos. El asunto no es sólo nominal. Como si de jingles o campañas publicitarias se tratara, las etiquetas que se han empleado banalizan, vacían de contenido problemas nacionales… pero eso si, tienen punch. Más aun cuando en la misma seguidilla noticiosa con similar nivel de profundidad y visibilidad se relata “el escándalo de los cachos de x a y”, “el escándalo del robo de la corona”. Sin reparo alguno al utilizar la misma etiqueta son equiparados asuntos de muy diferente índole, de muy diferente gravedad. Todos igualmente indignantes, muchos dirán.

Todo esto que funciona en la cotidianidad noticiosa se hace ostensible en relación con el cubrimiento o tratamiento del proceso de paz en curso con las FARC. La simplificación del debate entre santistas y uribistas, o mermelados y “buenos muchachos”, o santos-castrochavistas y x@/! son dicotomías enarboladas por los políticos con fines electorales y acogidas acriticamente en los medios de comunicación. Eso es algo que le hace mucho daño al país. Una cosa es documentar la polarización política existente, que no es ajena a ninguna democracia, otra es reproducir el odio o las mentiras.

En una paz posible con las FARC no está en juego el nobel de Santos ni su popularidad, tampoco la derrota o la coronación de Uribe. La paz posible con las FARC no es asunto partidista ni caudillista. Tampoco está en juego la transformación del sistema político colombiano, ni un reordenamiento socio económico estructural, ni la llegada al paraíso. Nuestros políticos no lo han entendido. Ojalá los líderes de opinión lo hicieran.

Lo quieran asumir o no, los medios de comunicación tienen una responsabilidad social que excede por mucho las campañas navideñas de recolección de regalos. Los medios de comunicación masiva tienen la responsabilidad de verificar y cuestionar la información que es difundida, de proveer de elementos de análisis a una sociedad que tiene en ellos casi su único referente, de ser críticos con el ejercicio político y con su propio ejercicio. Es indispensable generar una opinión pública informada que con base en el conocimiento de los costos e implicaciones reales de su decisión pueda optar por el si o por el no para terminar la guerra con las FARC. Es por todos los medios… es por todos nosotros.

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