Punto seguido

Saúl Franco
11 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Ni punto aparte, ni vida nueva.

De un año a otro sólo hay un pequeño avance en el conteo del tiempo y algunas variaciones menores en el acontecer cotidiano. Por cuestiones culturales, como la necesidad de cambiar y la ilusión de volver a empezar, y también comerciales, como el incremento de algunos consumos,  hemos ido sobredimensionando la transición de un año a otro. Pero el cambio real es mínimo y los avances inciertos.

El acontecimiento es común, pero diferente entre culturas. Mientras en el recuento cristiano del tiempo – calendario gregoriano - acabamos de empezar el año 2.017 entre abrazos, cenas, bailes y supersticiones, los chinos empiezan a prepararse para comenzar el próximo 28 de enero su año 4.715, el año del Gallo Rojo, su color de la buena suerte. Lo celebrarán, como todos los años, durante quince días, con reuniones familiares y de amigos, abundantes comidas típicas, deseos de buena suerte y la cancelación ejemplar de deudas pendientes.  Por su parte los judíos avanzan ya en el cuarto mes de su año 5.777, iniciado el pasado 3 de octubre con música, meditación y generosas comidas de predominio dulce, para que los eventos por venir tengan igual sabor. Según sus creencias, el Rosh Hashaná, cabeza del año, conmemora el día en que su dios creó el mundo, o el ser humano, según otra interpretación.   

En todos los casos hay un intento por organizar el tiempo a partir de algún evento de especial relevancia, y por romper la monotonía de los acontecimientos cotidianos mediante una pausa que permita un nuevo aire. Los referentes, las formas, la duración y los significados, como se enunció, son diversos. Y las diferencias no se dan sólo entre grandes culturas. Al interior de una misma cultura, las coyunturas, las representaciones y las celebraciones son diferentes de un país a otro, e inclusive de una región a otra.

A nivel personal hay anualmente otro acontecimiento significativo relacionado con el conteo del tiempo: el cumpleaños de cada uno/a. Qué le vamos a hacer, como humanos necesitamos de ritos, hitos y mitos. Quienes cumplan hoy, seguramente ya habrán hecho  su balance y replanteado sus planes y propósitos, entre mensajes, regalos y celebraciones. Ojalá lo hagan con suficiente realismo, sin renunciar a sus sueños y en la dirección de la mayor felicidad posible.  

Cada año, por supuesto, trae sus eventos y sus afanes. Y no por un determinismo ciego o por golpes de suerte, sino por la lógica interna de procesos ya en curso y/o por agendas prefijadas. Tales eventos son predecibles, pero no sus desarrollos y consecuencias. Tres ejemplos de este 2.017, 4.715 o 5.777 pueden ilustrarlo.

Será el primer año del gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos. Pero nadie sabe con certeza lo que sucederá allí, ni puede descartarse un eventual terremoto económico-político. Por su parte, los integrantes y simpatizantes del Estado Islámico continuarán seguramente a lo largo del año, sin poder saberse exactamente dónde y cuáles, las acciones de terror y sangre que empezaron hace varios años. Y el proceso de paz en Colombia enfrentará este año los desafíos de la implementación de lo pactado con las Farc, de concretar las negociaciones con el Eln, y de emprender las reformas necesarias para construir una sociedad realmente en paz.

Al igual que el cumpleaños, el cambio de año es apenas un punto seguido cronológico y simbólico. Y si bien en términos cósmicos e históricos ambos tienen una escasa significación, pueden ser - por qué no? - una oportunidad para tratar de introducir ajustes y propósitos importantes en la vida personal y colectiva.   En la personal cada cuál verá cuáles y en qué sentido. En la colectiva sería bueno que por fin nos fuéramos poniendo de acuerdo en algunas mínimas metas comunes.

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