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Reconocer el miedo a los refugiados

Catalina Uribe Rincón
19 de noviembre de 2015 - 02:36 a. m.

Después de la masacre de París, varios políticos han manifestado su rechazo a la entrada de refugiados sirios a sus países.

La primera en manifestarse fue la líder Marine Le Pen quien llamó a un “alto inmediato a la recepción de inmigrantes en Francia”. Los candidatos republicanos a la Presidencia de EE.UU. tampoco se hicieron esperar. La mitad afirmó que no aceptaría refugiados, mientras dos dijeron que solo aceptarían refugiados cristianos pero no musulmanes (¡!). En los noticieros se vieron muchos testimonios de ciudadanos de a pie que iban e la misma línea. Una señora inglesa afirmó: “sé que solo uno de los implicados en los atentados pasó como refugiado, pero uno no sabe cuántos más pueda haber”.

El temor hacia los refugiados se ha empezado a expandir como una ola, alcanzando la misma magnitud que el miedo a la propagación del ébola. Varios se acordarán de la paranoia generalizada que invadió los aeropuertos, en especial, los vuelos con pasajeros provenientes de África occidental. El Gobierno estadounidense en ese entonces contrató a Ronald Klain, un reconocido asesor político, para que guiara el proceso de comunicación y la forma de proceder frente a este virus. Entre todas sus tácticas llama la atención la siguiente: hay que “respetar y reconocer el miedo”. Según Klain, minimizar el miedo de la gente y decirle a la gente que es más probable que se muera en un accidente de carro que de ébola, solo trae peores complicaciones: “los miedos de la gente traen peores amenazas”.

Klain no se equivoca. Subestimar y ridiculizar los miedos de las personas hace que se contengan y después estallen con violencia. Los miedos, aunque infundados, son reales para quien los padece y enfrentarlos es mejor que ignorarlos. Muchos periodistas y políticos liberales —con toda razón— han tratado de comunicar que es absurdo temer a los refugiados y asumir que todos son terroristas. Sin embargo, a veces es también necesario tratar los miedos y hablar abierta y honestamente sobre las protecciones y medidas que se están tomando para restaurar la calma. La represión de los miedos y deseos genera histeria. Lo último que se necesita es cultivar otra tanda de radicales que se desbande de vuelta contra las personas desplazadas por la violencia.

 

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