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Respeto entre azules y verdes

Antonio Casale
04 de abril de 2016 - 12:31 a. m.

Millonarios y Nacional deben hacer algo al respecto. Las imágenes que circulan en redes de unos hinchas sacando del estadio a dos niños que iban con su papá para ver el partido del jueves entre azules y verdes, por no haber podido comprobar que son hinchas del azul, son apenas una muestra de lo que está pasando.

Cuando Millonarios juega en Medellín se ha comprobado que sucede lo mismo con complicidad de la policía, que en coordinación con las barras de Nacional han sacado a las malas a quien por sospecha sea hincha azul.

He podido asistir a clásicos como el de Real Madrid y Barcelona o Boca contra River y nunca vi tanto odio dentro de un estadio como el que he visto en Medellín y Bogotá en los últimos enfrentamientos entre Millonarios y Nacional, por igual.

La prohibición de la entrada a la hinchada visitante en las dos ciudades para presenciar los duelos entre azules y verdes con el fin de prevenir desórdenes es el prólogo de la crónica de una tragedia anunciada.

Primero fueron los cánticos racistas y xenófobos. Ahora se suman hinchas ejerciendo como la autoridad que no son para sacar a la gente de las tribunas.

Las rivalidades le dan color al fútbol, son las que hacen que la gente se identifique con una identidad de grupo o ciudad. No deben desaparecer. Pero el fútbol debe ser escenario de tolerancia de las diferencias. Esta medida lo único que ha logrado es que las distancias sean más grandes. Hoy esos escenarios son estados paralelos en los que una hinchada u otra, según donde se juegue, imponen sus temerosas leyes.

Estos desadaptados, que cada vez son más porque los cánticos son entonados en todo el estadio, no entienden razones. Nada más peligroso que una multitud inconsciente actuando en masa.

Institucionalmente hay menos diferencias entre los dos equipos de las que la gente imagina. En la cancha es igual, los jugadores son leales con su profesión, el fútbol es un deporte de contacto y juegan dentro de ese marco. Después estrechan sus manos, se abrazan y se van.

El respeto existente entre ellos debería servir para que tomen acciones. Son Millos y Nacional, como instituciones, quienes deben promover la convivencia. Su ejemplo debe ser la primera piedra de una campaña en la que unan fuerzas en pro de la tolerancia. La Dimayor y la policía deberían sumarse. El objetivo debería ser que las dos hinchadas puedan volver a estar en el mismo escenario. La seguridad es responsabilidad de la policía y no pretendo con esta propuesta excusarla, pero Millos y Nacional no pueden pasar de agache con el tema. A convivir, valga la redundancia, se aprende conviviendo.

 

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