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Roberto Burgos Cantor

Cristo García Tapia
29 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.

Es el más humilde de los escritores de Colombia. Y tiene porque ser tal: es el más grande de cuantos en este país hoy fungen de tales, la mayoría hechura de las editoriales para el consumismo libresco, las fraternidades mediáticas con apariencia de crítica especializada y la publicidad engañosa.

En vez del ego inflado por la altanería y la sobradez que caracteriza a las vedettes de icopor de la industria editorial colombiana, o asentada en Colombia, Roberto Burgos Cantor, de Cartagena de Indias, tiene voz y tono.

Una potente, poética y solida voz narrativa, capaz de contar sin acusar debilidad ni falsetes, la epopeya, La ceiba de la memoria, de violencia, comercio humano, desarraigo y despojo, que fue la conquista española en esta parte de América.

Y contarla con fuerza y voz fidedigna. Una voz que remonta el eco de la historia y la transmuta en portentosa narración; en fabulación de toda una épica cruzada por el lirismo sin par, nada meloso y artificial, del que hace gala el narrador nato que es Burgos Cantor, el poeta devenido en cronista.

El de los atardeceres melancólicos, cruzados de vientos y pájaros, El patio de los vientos perdidos, de las putas de Germania Cochero, aguardando la hora en que el mar inunde de cangrejos los cuartos de sus gemidos para treparse a retozar en sus amores de puro gusto y deleite. De putas.

Y el cabrón más hermoso del mundo, el caballero de las rosas, llegue, para zarpar al alba con su sartal de putas risueñas y navegar las claridades titilantes de un mar en el que se oyen melancólicos los sollozos de los animales del recuerdo.

Y contarlo con esa especial tesitura que da el ejercicio de la literatura devenido en olor de vocación y liturgia; en apasionado consentimiento del acto creativo.

Que no en el relato lineal y forzado por el fuego fatuo que a muchos de la sedicente galería de “pares” de García Márquez, hasta Gabito le lisonjean, marea, alucina y confunde con la flama incandescente de una genialidad que a la hora de nona, ni Aladino y su lámpara logran transmutar en escritores.

Junto con Germán Espinosa, constituye Burgos Cantor el más consistente y fraguado referente de la narrativa colombiana contemporánea con identidad propia, forjador y constructor de un discurso narrativo autónomo y para nada modelado en los abrevaderos del realismo macondiano en el cual se sustenta, suplantándolo y barnizándolo de neutro, la que la publicidad y el mercadeo de las editoriales ha dado en llamar pomposamente nueva narrativa colombiana.

Que de una y otra, con las excepciones de rigor, William Ospina, más bien poco es lo que tiene de nueva y de narrativa propiamente dicha, pues no pasa de ser la sumatoria de relatos que apenas si entrevén los temas vertebrales de la literatura universal, pero sin salir del reducto localista que limita y reduce las posibilidades del lenguaje, el arte de narrar y de crear un discurso novelado vigoroso, poético y con la fuerza y el aliento para sostenerse en las coordenadas de la ficción o de la historia novelada.

Roberto Burgos Cantor, es nuestro escritor colombiano más importante, el más ilustrado, el más humilde: asume el acto creativo con absoluto rigor estético y fundamento ético en el tratamiento de la fuente que lo inspira.

Poeta

@CristoGarciaTap

elversionista@yahoo.es

 

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