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Rojas Herazo pregunta por nosotros

Cristo García Tapia
23 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.

Para mí,

Y nosotros, desde su iluminante y potente luz; desde la perpetua luz que viene de Cedrón, respondemos: ¡aquí estamos!

Hurgando entre nuestras ulceras el dolor de los otros; respirando en nuestra larga siesta el sueño entrecortado de los otros; lastimando su dolor con la quieta dolama de nuestra llaga piadosa.

Cada pregunta suya por nosotros, por nuestra mansedumbre, lleva la salmuera y el yodo que hacen arder el alma; la pavorosa certidumbre de una respuesta que siempre llega tarde.

O, se queda entre las rendijas de una memoria cercada por el miedo.

Está bien, eso está bien, que pregunte por nosotros; que Rojas Herazo nos tenga en su inventario de cosas vivas; que no nos deje morir con la pena de apenas empezar a vivir.

Que se asome por las cocinas de nuestras casas; que haga el diario inventario de nuestros cachivaches y los tire con furia de animal marino al cementerio de las cosas inútiles.

Que nos diga, con su cara de santo de carne y hueso: ¡Esto no sirve!, ¡esto ya se pudrió!, ¡esto huele a ruinas!, ¡a hospedaje de murciélagos!

¡Esto cámbienlo, por favor! Que no nos deje padecer la pudrición de Celia; que nos aparte cuanto antes de ese caldo frío, adormecido, que ya no nos alimenta ni sostiene pero que seguimos bebiendo con arrollada sumisión; con irrefrenable y voraz apetito de huérfanos irredentos.

Que nos grite con su voz de arcángel quemado por el sol de Tolú; que nos persiga con una vara de totumo soasada como un padre enojado porque el hijo no ha sido capaz de hacer bien la tarea; de cumplir con sus deberes de aprendiz del abecedario y de las tablas de sumar.

Que cada amanecer inquiera por nosotros, averigüe por los trapos que llevamos encima; que se preocupe por el agua que dejamos de beber, por la sal que no nos atrevemos a ponerle al café triste de cada día; que se desespere y nos pida cuenta por ese nuestro dormir sin ronquidos ni sueños.

Que pregunte por nosotros, Héctor Rojas Herazo.

Desde la luz humeante de los candiles de Cedrón, que nos busque hasta dar con nuestros huesos entumecidos de miedo; que se pare sobre los quicios de nuestras puertas falsas y nos haga señales para espantar este bostezo de mediodía que no nos deja balbucir otras palabras. Trazar otros garabatos.

Dejémoslo entrar por los patios poblados de mangos y nísperos que somos; que llevamos con nosotros en el alma y la memoria. Que beba con nuestras cucharas, que se bañe con nuestras totumas, que se restriegue con nuestros olvidos y consentidas desgracias.

Que se monte en los caballitos de palo que dejamos amarrados al pie de los tamarindos de la infancia; que los hurgue con su espuela por la ijada hasta hacernos saltar de sus ancas y se nos rompan los huesos con vísceras y todo.

Que venga con nosotros Héctor Rojas Herazo, aunque nos duela su látigo de penitente con punta de cilicio; aunque derrame nuestra sangre de Jueves Santo su cuchillo iluminado, que venga con nosotros para no padecer la oscura y solidaria muerte de la tiniebla. ¡Es necesario!

Que nos despierte con su sonido furioso de animal de mar sin molestarnos, bastante ha sido nuestra quietud sin hacer ruido; larga nuestra impasible pesadez sin levantarnos un instante para espantar las moscas que ponen sus huevos y excrementos sobre nosotros.

Desde la luz de piedra y barro, Rojas Herazo pregunta, indaga por nosotros; por nuestra miedosa carne y quebradizos huesos indaga y pregunta.

¡Que venga por nosotros y nos encuentre otros! ¡Que no nos encuentre forasteros!

Poeta
@CristoGarciaTap
elversionista@yahoo.es
 

 

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