Publicidad

Sí, a pesar de todo

Claudia Morales
01 de septiembre de 2016 - 08:04 p. m.

“Contra el fanatismo" es un ensayo del escritor israelí Amos Oz, por el cual ha recibido, como por otros de sus escritos y opiniones, toda suerte de insultos. Oz es defensor de la comunidad judía y también de los palestinos, y ha descrito los peligros que rodean el poder cuando está en manos de los fundamentalistas.

Oz dice que la mente de un fanático funciona así: “si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que rodea. El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. El fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal”.

Relaciono sus ideas con los fanáticos que cada día leo y oigo en mi país, divididos por el que será su voto en el plebiscito del 2 de octubre. Los extremos se juntan y en este punto, para cada uno, los del otro lado son esquizofrénicos, delincuentes, estúpidos, ignorantes, delirantes y peligrosos. Un conocido de la universidad en la que estudié me escribió por mensaje directo de mi cuenta de Twitter que él pensó que yo era una periodista seria y que ahora veía que me había convertido en “otra prepago de Santos”. En un mensaje que recibí en mi email de Caracol, un señor que no conozco me preguntó: “¿cuánto te pagan por ser la puta de Uribe?”.

Me gané lo de la prepago porque dije abiertamente que votaré Sí en el plebiscito. Y me hice merecedora del otro insulto porque compartí una nota de la BBC con opiniones de ciudadanos que votarán No y mi opinión fue que a ellos también hay que respetarlos.

Basada en los escritos de Amos Oz, esas personas clasifican como fanáticas, y lo más aterrador es que sienten sus insultos respaldados y avalados por personajes como Benedetti, César Gaviria, Ernesto Macías, Paloma Valencia, Uribe y Santos. Quienes deberían ser el norte de una población que se enfrenta a un cambio radical en una de las formas de la guerra, se convirtieron en lo peor de sí mismos.

Soy periodista, pero por encima de eso soy ciudadana, madre, esposa, hija y amiga. Los valores y responsabilidades que se desprenden de esas relaciones me han llevado a la decisión de darle un Sí a la intención de frenar el conflicto con las Farc. Ese será mi voto a pesar de la arrogancia de Santrich y su combo de amigos guerrilleros, del presidente que tenemos y de su mediocre gobierno, de las dudas que he expresado sobre desmovilización, concentración, financiación y los espacios que coparán miles de bandidos que seguirán siendo dueños de la minería ilegal, del tráfico de armas y del narcotráfico.

La mía es una convicción individual que también se sustenta en el país que he recorrido y por la cual concluyo que para intentar una transformación es imposible esperar que tengamos un sistema de justicia perfecto, que desaparezca la corrupción, que haya instituciones sólidas, que no mueran más niños de hambre, y que no existan más políticos que me avergüenzan.

Sacrificamos trillones en la guerra y no pudimos acabar las Farc. Acepto el No, como el de mi padre que vivió 35 años la guerra, con argumentos que me dejan reconocer que hay personas que simplemente no pueden perdonar. Hablar de mi Sí es una cuestión de decencia y de admitir que tengo que poner mi cuota para lograr cambios. Los insultos y estigmatizaciones que nada proponen sólo son un buen negocio para los fanáticos.

*Subdirectora de La Luciérnaga. @ClaMoralesM

 

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar