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Sobre el tesoro quimbaya, los entierros y la Iglesia

Cartas de los lectores
28 de octubre de 2016 - 02:22 a. m.

Una batalla por recuperar lo nuestro y un comentario a una columna.

Al rescate del tesoro quimbaya

La nota del pasado domingo sobre el rescate del tesoro quimbaya desde Londres es una bocanada de optimismo para quienes, en la Academia de Historia del Quindío, hemos venido luchando por el regreso de las piezas de orfebrería quimbaya —extraídas en una guaca quindiana— que aún están en Madrid. Si el fallo de la Corte Constitucional es favorable, como creemos, a las pretensiones de la demanda coadyuvada por nosotros, es una barrera que cae sobre los adversarios del patrimonio cultural colombiano y abre una puerta para la repatriación de ese magnífico tesoro. No dudamos que el apoyo de los medios de comunicación como el suyo en este propósito será definitivo. Gracias por abrirnos un espacio a nuestra tentativa.

Jaime Lopera, presidente.

Gonzalo A. Valencia, secretario.

¿Fanatismo religioso?

La columnista Catalina Uribe califica de fanatismo religioso o noticia satírica la instrucción impartida por la Iglesia Católica y avalada por el papa Francisco sobre los entierros y funerales. Y coloca dicha instrucción en la línea de orientación de otras iglesias sobre las consecuencias “gais” de que los hombres cocinen o los peligros de la ideología de género.

No tiene en cuenta la columnista dos cosas: la primera, que dicha instrucción se dirige a los católicos y, por lo tanto, no se la impone a nadie como ideología o creencia obligatoria. Y segundo, que dicha instrucción se basa en una doctrina fundamental en el cristianismo: la fe en la resurrección de los cuerpos y el respeto que se le debe al cuerpo humano después de la muerte. Por eso, tradicionalmente se hablaba de enterrar “en sagrado”.

Este respeto es el que la Iglesia Católica quiere conservar, evitando ese folclor novelesco en que se ha convertido el cuerpo cremado y sus cenizas, en muchos casos. Y especialmente, la vinculación de la práctica de guardar en casa o repartir o esparcir las cenizas del difunto, con creencias que la fe católica excluye tales como la reencarnación o el regreso de las cenizas a la unidad cósmica o cosas por el estilo.

Nada más. No creo que una disposición tan seria y razonada merezca las páginas satíricas de Actualidad Panamericana, como sugiere la columnista.

Francisco Tostón de la Calle.

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