A sonreír para la cédula

Arturo Guerrero
23 de septiembre de 2016 - 02:02 a. m.

Antanas Mockus propone sonreír en la cédula. ¿Cómo no se le había ocurrido eso a alguien antes?

Las horribles fotos de este documento fundamental, el que hace existir a la gente. Fotos que parecen de delincuente, de alguien que utiliza un alias, Icopor, Fritanga, cosas de esas.

Son artistas del espanto, los fotógrafos de la Registraduría. O, a lo mejor, son retratistas de la neta realidad real. No maquillan, no suavizan con photoshop. Fijan para siempre a los que se salvaron de milagro, a los que no tienen nada que agradecerle a la vida.

De manera que comenzar a sonreír para la cédula nueva o cambiar los viejos documentos para mostrar los dientes o los labios distendidos, sería una tarea de reconstrucción del pequeño género humano llamado Colombia. Así no daría vergüenza mostrar la identificación, como siempre ha pasado.

En los videos de esta iniciativa, a la gente mayor le cuesta trabajo separarse de la seriedad, de la cara de piedra. Tienen razón, es difícil borrar la acumulación de agonía en los gestos. A algunos apenas les sale una mueca forzada, se les olvidó cómo es reírse.

El cambio de foto será paralelo al cambio de país. Por lo menos el día del plebiscito se acabará con el dolor de muelas. Sin sangre en la política, los asuntos públicos dejarán de producir muertos y tajados por millares.

En siguiente paso será que la concordia entre a las casas donde cada mañana los ciudadanos se miran con rabia al espejo. Un día verán que los refleja un niño, ese que fueron cuando el mundo les daba la bienvenida. Comenzarán a aparecer decorosas sonrisas. Y ¡listos pa´ la foto!

Entre tanto, otra campaña, la de la ´Paz Querida´, muestra a una novia que se emperifolla para el casorio, vestido largo, belleza de muchacha en flor. El novio se engalana de negro, se ajusta el corbatín.

Ambos tienen sueños, también miedos, dudas sobre el porvenir. De pronto centellea la prometida, campana blanca hasta el piso, flores de monte en las manos. Anuncia con todos los dientes: "¡me caso con la paz!" Igual el prometido, familiares, invitados.

Un tercer entusiasmo convoca a la "Última cena de la guerra y bienvenida a la paz". El grupo "Un millón de mujeres" y la red Redepaz quieren que los colombianos se reúnan en casas, restaurantes, ollas comunitarias, a conversar en intimidad sobre los acuerdos de La Habana.

Alrededor de un plato con viandas nocturnas, como invitados por la abuela, los comensales reflexionarán el próximo jueves 29 bajo el lema "la paz nos pertenece". 72 horas antes del día D, podremos cenar en paz, casarnos con la paz, afinar la sonrisa para la foto de la cédula, y claro, mamar gallo porque sin mamagallismo este país no sería Colombia.

En la recta final de la decisión crucial, es conveniente agitar la imaginación y las ocurrencias. Tanta guerra no consiguió asfixiar la inventiva ni el poderío del ensueño sobre el futuro. El 2 de octubre puede ser una línea divisoria. Días así son de festejo, de apertura a nuevas ciudadanías, nuevas cenas, matrimonios para toda la vida.

arturoguerreror@gmail.com

 

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