Tenemos que evitar el pimponeo de responsabilidades

Antieditorial
30 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Cada editorial, sea del tema que sea, pareciera dar la impresión de que es la primera vez que sucede el caso y termina solicitando acciones específicas para su solución. Si las normas están escritas para cada circunstancia de transgresión social, ¿por qué no actuar sobre quien las ignora alimentando a los perpetradores de delitos de toda suerte?

Por Hernán Velandia Palomino

¿Cómo no va a saber un directivo universitario el comportamiento adecuado ante un caso de abuso sexual cuando se supone que si dirige una institución que perfila nuevos ciudadanos es porque su formación es de nivel superior a la del resto de miembros de la comunidad?

Si no sabe actuar como agente institucional, según el editorialista, puede hacerlo como ciudadano común y corriente que actúa con sentido común frente a un suceso tan delicado. ¿O será que a las directivas les interesa más que no se sepa que durante su administración se presentaron estos hechos porque su imagen sufriría deterioro y prefieren hacerse las de la vista gorda, ignorando la angustia y las complicaciones sociales y psicológicas de la afectada?

El agresor es beneficiado con la exclusión de la universidad, pero queda con el panorama abierto para trasladar la problemática a otro espacio académico, donde seguramente se sentirá con más confianza por cuanto no le aconteció nada penal.

Y no se trata solamente de abordar el tema. Si se publica este caso es porque está bien investigado y documentado, entonces ¿por qué, doctor Cano, no actúa como un miembro de nuestra sociedad y realiza un seguimiento a este caso, porque de lo contrario terminará en nada, como todos los delitos en este país? Practiquemos el plural de las acciones y no nos limitemos a informar para atraer suscriptores.

De lo contrario, todas esas enseñanzas que se reciben en la formación de los comunicadores sociales y periodistas es letra muerta, pues las teorías académicas van por un lado y la realidad por otra en una incoherencia profesional desestimulante para quienes quieren ejercer este bello oficio.

Volver a ser el “cuarto poder” sería un ideal a perseguir, sin sometimientos al imperio político o económico que tergiversa los valores de una sociedad en su beneficio personal o grupal, apoyado por una justicia que, si se investigara honestamente a sí misma, se sorprendería de que todos sus miembros terminarían condenados por desconocer todas los valores morales y las reglas de ética establecidas.

Como el escenario legal es tan desierto en fallos contra transgresores de la ley, ahí es donde se fomenta esa negativa ley del silencio, ya que no condenan al abusador pero sí se estigmatiza a la víctima, magnificando más su dolor.

Eso de que cada universidad maneja su propia problemática es desconocer que la ley es una sola y no aplicable a nivel de islas autónomas que actúan según criterios económicos y de imagen institucional. La escala de valores de las normas están eslabonadas de tal manera que es imposible que códigos de comportamiento sectorial consignen postulados que la desconozcan. ¡Actuemos todos ya!

 

 

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