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Trasnocho estudiantil

Ignacio Mantilla
18 de junio de 2016 - 02:00 a. m.

En la mayoría de las universidades está terminando el primer período académico del año 2016. Ésta es, por lo tanto, época de evaluaciones, exposiciones, informes, exámenes, presentaciones, sustentaciones y, por supuesto, días en los que aumenta el uso de las calculadoras entre un buen número de estudiantes, para realizar cómputos de notas y aproximaciones a través del redondeo de cifras con el fin de encontrar las décimas faltantes para aprobar alguna materia. En fin, jornadas en las que los estudiantes rinden cuentas finales para poder avanzar o finalizar sus estudios.

Es costumbre, muy generalizada en Colombia, dejar para última hora las tareas pendientes; por esta razón, tal vez, hemos observado la exitosa acogida que ha recibido la iniciativa tomada en la Universidad Nacional, de ofrecer a nuestros estudiantes, en esta época, el servicio extendido, durante las 24 horas del día, de las bibliotecas y principales espacios de estudio y reunión.

En efecto, los registros indican que en algunos de estos espacios, tales como la Hemeroteca y la Biblioteca de Ciencia y Tecnología en Bogotá, la Biblioteca Efe Gómez de Medellín o la del Campus de Palogrande en Manizales, pasaron noches en claro miles de estudiantes, provistos de libros, cuadernos, apuntes, fotocopias, calculadoras, computadores y, principalmente, mucho café.

Creo que esta práctica, de pasar la noche entera preparando un examen, ha sido común en la mayoría de las generaciones de estudiantes universitarios colombianos; y de acuerdo con el área de formación puede parecer hasta normal. Por ejemplo, se sabe que los estudiantes de Arquitectura son como “aves nocturnas” y no tienen problema en salir a la madrugada a conseguir algún material que falta para terminar la maqueta que deben entregar en la mañana. Otros, como los estudiantes de Odontología, tienen fama de madrugadores, y bien podrían asistir, sin reparo, a clases desde las 6 de la mañana.

Hay tantas historias, mitos, costumbres y características en los estudiantes de las diferentes carreras, que podría extenderme bastante describiendo algunas de las caracterizaciones de cada grupo. Comparto una que recoge muy bien el matemático húngaro Paul Erdös para distinguir a los estudiantes de matemáticas: “Un matemático debe ser una máquina capaz de transformar café en teoremas”.

Pero lo común en los estudiantes que hicieron uso de los espacios disponibles en la Universidad Nacional durante las últimas noches es su satisfacción por estar enteramente dedicados a estudiar junto a otros compañeros, en las mismas y extraordinarias condiciones, con iguales expectativas y con el apoyo de la Institución, aliada natural del interés común por el buen rendimiento académico.

Los ojerosos estudiantes, que tras estas jornadas acuden en las primeras horas del día siguiente a presentar sus pruebas finales, manifiestan que gracias a esta oportunidad de pasar la noche estudiando en la Universidad, pudieron prepararse debidamente y aprovechar mejor su tiempo, ahorrándose incluso el tiempo dedicado al desplazamiento hasta sus casas.

Y es indudable el buen ambiente que se genera cuando los compañeros más avanzados o más “pilos”, como se dice ahora, ayudan a los otros con la única finalidad de que a todos les vaya bien. Es normal encontrar, por ejemplo, grupos de estudiantes de Ingeniería guiados por algún compañero, dedicados a resolver los ejercicios que cada uno cree que aparecerán en algún punto del examen.

Estoy seguro que todos aquellos quienes en nuestra época de estudiantes tuvimos que preparar muchos exámenes finales, recordamos jornadas intensas de estudio y frecuentes trasnochadas. Sin embargo, llama la atención las preferencias modernas de los estudiantes: anteriormente, el bien más preciado era el libro de texto al que había que hacerse ganándole a los compañeros en el préstamo de la biblioteca y luego había que conseguir alguna mesa de la sala de estudio o de la cafetería para compartir con el grupo de compañeros, tanto lo aprendido como las dudas. Actualmente, por el contrario, lo más apetecido es un tomacorriente donde poder conectar el computador, la tableta o el teléfono y luego, un lugar que tenga una buena conexión wifi. Y llama la atención encontrar con frecuencia, especialmente en los viejos edificios de las universidades, estudiantes congregados, casi siempre sentados en el piso, aparentemente reunidos, cerca el uno del otro, que sólo están compartiendo la carga eléctrica del único tomacorriente que hay en el pasillo.

Aunque abundan las formas modernas de estudio, el uso de las viejas e históricas jornadas nocturnas de preparación de exámenes sigue vigente. Los nuevos retos son para los profesores, quienes debemos reaccionar positivamente y estar siempre dispuestos a aprender para que la comunidad estudiantil se nutra mejor. Pues, como lo expresa una pertinente y bella frase del escritor estadounidense Eric Hofer: "En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe."

Por fortuna, los estudiantes siempre serán inquietos e innovadores naturales en las formas de preparar sus exámenes. Pero en la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, los estudiantes aprenden rápidamente que en épocas de exámenes hay que apagar tarde la lámpara, pues la fórmula para el buen rendimiento académico es una sola: estudiar y estudiar.

 

* Rector, Universidad Nacional de Colombia

@MantillaIgnacio 

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