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Un hack político

Oscar Guardiola-Rivera
10 de febrero de 2016 - 01:03 a. m.

En julio del 2012 una llamada me convirtió en inusual testigo de uno de los casos más sonados de la era global de control y vigilancia. Un funcionario de la embajada ecuatoriana me pedía reunirnos en un lugar público con el fin de tratar un asunto de extrema importancia e implicaciones globales que requería la mayor cautela.

Como buen lector de H. Bustos Domecq, salté al agua sin reserva ante la oportunidad de un genuino misterio.

Tras ser advertido de no llevar aparato electrónico alguno, me reuní con el funcionario de marras. Me impresionaron su historia de vida y sobre todo su buen humor. En las novelas criminales y de espías, es posible reconocer a los malos porque salvo contadas excepciones carecen de buen humor. Como en la vida real.

Tras el segundo café me contó que el editor-en-jefe de Wikileaks, Julian Assange, consideraba pedir asilo político en la embajada ecuatoriana de Londres. Requerían la opinión de alguien que supiera del tema (no soy un “experto”, tan solo enseño derechos humanos y escribo filosofía política) y alguien les había dado mi nombre (no sé quién ni por qué).

Dos meses después, el presentador matutino de la BBC anunciaba que Assange se había refugiado en la embajada ecuatoriana de Londres. La decisión fue controversial para casi todas las partes involucradas. Lo sigue siendo. Assange continúa allí, vigilado por la policía y sin poder salir de un cuarto pequeño y casi inhabitable.

La semana pasada, el Panel Sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU compuesto por expertos mundiales, ellos sí, en derecho internacional y derechos humanos, decidió por mayoría que la situación de Assange constituía una detención arbitraria.

Hace seis años, cuando un alegato de violación del cual nunca ha sido formalmente acusado emergió en Suecia, todos le condenaron de antemano. Hoy se dice de Assange que al negar a los suecos la posibilidad de entrevistarlo bloquea la investigación, y al romper las condiciones de su fianza buscando refugio se auto-impuso el arresto y por tanto este no es arbitrario.

Sólo que sí fue entrevistado en Suecia por la fiscal Eva Finne, quien no encontró méritos para acusarlo. Y la fiscal Marianne Ny, quien revivió el caso, podría entrevistarlo en Londres como ha sucedido en otros casos. Alegando falta de colaboración de la embajada, lo que no es cierto, ha rehusado hacerlo.

Assange reclama asilo político pues Suecia se niega a rehusar extraditarlo a los EE.UU. tras conocerse que allí le espera un Gran Jurado. Éste delibera en secreto en Virginia la sede de la CIA, donde leyes anti-espionaje que no se habían aplicado en mucho tiempo están siendo desenterradas como parte de la guerra que la administración Obama declaró en contra del derecho de todos a saber. Es un caso de persecución política.

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