Un mundo raro

Santiago Gamboa
07 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

El fin de un año y el inicio de otro es siempre una época extraña. Uno comienza a pensar el futuro desde el pasado, y el resultado son inesperadas síntesis. Aterradoras simetrías.

Ya se ha escrito del modo en que el 2016 puso contra las cuerdas a la democracia liberal (Brexit, No, Trump), pero el horizonte trae nubes aún más cargadas de terribles presagios. Lo que se viene en el debate político está muy lejos del viejo paradigma del ciudadano racional capaz de preocuparse por el bien común o el suyo propio, pues lo que está en crisis es el mero hecho de considerarse pensante. El desprecio por cualquier discurso que tenga en su centro el pensar, me temo, le está dando paso a una ideología puramente emocional y utilitaria, con respuestas rápidas a los problemas concretos, pero sin proponer un modelo de convivencia o de sociedad. Y mucho menos una utopía.

Las grandes ideas están lejos de la vida, parece decirnos este siglo XXI, y el capitalismo neoliberal —antiguo triunfador tras la caída del imperio soviético— empieza a acusar los efectos de esa porfiada estela de cadáveres que dejó atrás. En todas partes hay multitudes de sujetos destruidos, con grados profundos de una alienación que ya no puede ser drenada con doctrinas y que sólo el consumo y el acceso pleno a la era tecnológica pueden aliviar. ¿Para qué creer en algo si la gota que espero jamás llega a mi boca? Ya no hay tiempo, es ahora o nunca. Quiero hacer clic y cambiar, ser más rico y bien plantado, de cuerpo musculoso y bello; quiero una Toyota 4x4 y el último Samsung, y seducir hombres o mujeres como yo, triunfadores que compran calzoncillos Abercrombie a 35 dólares y combaten la oxidación de la piel en L’Occitane en Provance. La ideología de lo emocional y de lo útil es un refrescante regreso al individualismo. Yo, yo, yo. Quiero ser feliz ahora, ya mismo, pero no de un modo abstracto. Nada de párrafos largos, sólo frases.

La nueva política, la que triunfará en los próximos años respondiendo a esto, es la que dice menos y actúa más; la que moviliza el desenfreno y el odio concreto versus la metódica explicación de un mundo a través de ideas. No hay sentimiento más puro que el odio y quien sepa canalizarlo llegará lejos. Esto no es nuevo en la historia del mundo y es la más terrible de las simetrías. Por lo demás, el esquema es idéntico al de las iglesias cristianas: nada de ideas lejanas, soluciones concretas y basta. Y que el cliente pague su dosis. ¿Tu marido es alcohólico y te pega? ¿Tu hijo se droga? Nosotros te ayudaremos a cambio de tu conciencia, ¡y de tu diezmo! A un nivel metafórico son el nuevo narcotráfico: venta de una dosis, solución inmediata de un contratiempo, captación del cliente y sus familiares, suplantación del Estado… ¡Y gurú circulando en un Hummer de 180 millones de pesos y haciéndole chantajes al Gobierno!

Será raro este mundo que ahora se nos viene, sin imágenes del regreso al paraíso o visiones del apocalipsis, pero nosotros, sin duda, seguiremos escribiendo y leyendo y pensando. Hay una cierta poesía en hacer cosas que ya casi no importan a nadie, en dar batallas que están perdidas de antemano. La literatura y la filosofía y el humanismo lo han hecho siempre, y lo harán también en el 2017.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar