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¿Vargas Lleras o De la Calle?

Julio César Londoño
03 de septiembre de 2016 - 02:00 a. m.

Voy a votar por el Sí, de corazón, con la fe del carbonero y con la terquedad de un versículo seguramente apócrifo: “Nada se construye sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es construir como si fuera piedra la arena”.

No daré aquí argumentos contra el No porque es una labor inútil o ingenua. Me niego a ofender la inteligencia de los lectores demostrando que la “tercera vía” conduce a cualquier parte excepto al comunismo, o repitiendo esas obviedades que solo hay que repetir en un país del mundo: que la paz es mejor, y más barata y más noble, que la guerra. Estas son cosas que da por sentadas incluso el uribista más tierno. Éverth Bustamante, por ejemplo.

Es más estimulante reflexionar sobre los líderes del posconflicto. La primera fase, la que va del 3 de octubre de 2016 al 7 de agosto de 2018, estará en manos de un líder apenas regular, Juan Manuel Santos. Es el indicado para liderar el país en estos 22 meses porque tiene el poder para hacer que el Senado convierta en leyes todas esas magníficas propuestas sobre fortalecimiento de la democracia y desarrollo rural que contiene el Acuerdo de La Habana. Pero es el menos indicado para ponerlas en práctica, como lo ha demostrado toda su vida, sobre todo en los últimos seis años, en los paros gremiales, en las protestas campesinas y en los temas de la minería y la restitución de tierras. Santos ni conoce ni le interesa el campo, y la minería le interesa demasiado, como a Uribe.

El periodo 2018-2022 será definitivo. En este cuatrienio Colombia puede encontrar la senda de la civilización… o volver a la barbarie. En primera fila está Germán Vargas, un sujeto del que recelamos todos, con excepción de Enrique Santos, que le dijo el domingo a El Espectador que Vargas puede manejar bien el país “por su conocida capacidad de ejecución”. Vargas, dice él, no hablaba de paz porque no es un tema de sus carteras (¡!). Cuando lo acosan, dice que la apoya, pero con reservas en el tema de la Justicia Transicional. Es decir que sí, pero no.

¿Cuál será su actitud en el proceso de “la construcción de una paz estable y duradera”? Depende, si de aquí allá la sociedad en su conjunto le está metiendo el hombro a la reconstrucción del país, él se unirá a la causa y es capaz de liderarla con los buenos… y con los otros. Como buen político, Vargas es poco escrupuloso, o pragmático que llaman. Si las cosas van mal en 2017, él dirá cariacontecido, “yo sabía, esto tenía que terminar mal”, y le meterá tambores de guerra al jingle de su campaña. Lo peor es que puede ganar. Yo le tengo el lema de su administración: ¡Colombianos, bienvenidos al pasado!

Uribe está desesperado. Sobrevive por los efluvios del odio y por la ignorancia política de su secta. No le sale una y ya presiente la derrota. Sus alfiles anuncian que van por la Presidencia en el 2018 para derogar el plebiscito, es decir, para ignorar lo que el pueblo decida el 2 de octubre. Su desprecio por la democracia no es nada nuevo.

A los partidos políticos los matan dos cosas, el clientelismo y el desempleo. Al uribismo lo está matando el segundo. Un tercer periodo presidencial (¡12 años!) sin chanfainas para su gente, los que andan sueltos, será mortal. Quiera Dios que así sea.

Humberto de la Calle sería un líder casi perfecto. A su favor tiene la probidad, la sensibilidad social, el conocimiento de nuestra política y su capacidad para comunicar. En su contra juegan la probidad y la soledad. No tiene un equipo, como Fajardo, ni una banda, como Vargas.

De la Calle y Fajardo harían una magnífica fórmula para el 2018. Sería estupendo que se les uniera Robledo, pero es un sueño imposible. El senador, se sabe, diverge hasta de su propia sombra.

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