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Vivir en el acuerdo

Weildler Guerra
22 de julio de 2016 - 08:19 p. m.

Los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta tienen un principio rector para la convivencia en el universo: vivir en el acuerdo.

Esto implica mantener armoniosas relaciones con muchos elementos vitales, como el agua y el bosque, así como con otros seres considerados vivientes, como las plantas, los animales y los humanos. Vivir en el acuerdo conlleva otorgar el más alto valor al conocimiento. No significa desconocer la existencia de los conflictos que son inherentes a la vida misma, sino el compromiso de ventilar estos dentro de principios y protocolos históricamente establecidos y dotados de legitimidad y aceptación social.

El respeto y la confianza son valores importantes para vivir en el acuerdo. Durante el transcurso de un conflicto deshumanizamos y demonizamos al otro y le imputamos rasgos negativos que son precisamente los atributos menos deseables de nuestro propio grupo. A medida que empezamos a ver un antiguo enemigo de forma más completa, por lo tanto —como una persona o un grupo con rasgos tanto positivos como negativos—, nos vemos obligados a reconocer una imagen más completa de nosotros mismos.

El más alto nivel ético dentro de la solución de un conflicto es alcanzar la reconciliación entre las partes. En un poético y enriquecedor ensayo de Nancy Cohen llamado A Poetics of Reconciliation: The Aesthetic Mediation of Conflict, esta considera que la reconciliación busca la creación de una estructura moral para la relación entre los antiguos enemigos, una transformación hecha posible a través de procesos que son de naturaleza educativa. Cohen, citando la poética de Aristóteles, nos recuerda cómo las tragedias griegas representan personajes humanos que no logran alcanzar una completa perfección debido a las acciones poco éticas en las que incurren. El propósito de este tipo de tragedias, según Aristóteles, es evocar sentimientos de compasión y miedo dentro de los miembros de la audiencia, los cuales están destinados a recordarnos nuestra propia falibilidad y vulnerabilidad como seres humanos. Esto nos lleva a entender, según la autora, cómo las artes ayudan a la gente a aprender y sentir el sufrimiento de los otros, de manera que podamos engendrar la sensibilidad hacia el otro y puedan disminuir los obstáculos que oponemos a la acción moral de la reconciliación.

Los rituales son por ello componentes significativos dentro de la reconciliación. Ellos eliminan gradualmente antiguas y fundadas prevenciones y pueden ayudar a los adversarios a imaginar y justificar una futura relación caracterizada por la confianza y el respeto. Los pasos de la reconciliación son procesos mediante los cuales las comunidades humanas pueden fundamentar las construcciones que imaginan, hasta que tengan las oportunidades para hacerlas realidad.

Un conflicto está realmente cerrado cuando es posible mirar a la cara de un antiguo oponente sin la menor prevención. Ello implica haber reconocido el sufrimiento del otro y las profundas injusticias surgidas de un pasado violento común. Las décadas de violencia no sólo fueron costosas en vidas y en riquezas materiales, sino que han minado nuestra capacidad de escuchar y comprender a los otros. Ello nos obliga no sólo a firmar acuerdos sino a vivir dentro de ellos.

 

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