Y ahora todos supuestamente contra la corrupción

Catalina Uribe Rincón
08 de febrero de 2017 - 08:26 p. m.

A raíz de las apresuradas declaraciones del fiscal Martínez sobre los sobornos de Odebrecht y el millón de dólares que se habría entregado al gerente de campaña de la reelección de Santos, varios políticos salieron indignados a condenar “la corrupción”. Jorge Robledo, por ejemplo, afirmó que “si se comprueba el ingreso de Odebrecht a la campaña de Santos y Vargas Lleras, les toca renunciar”. Rodrigo Lara le increpó diciendo que “es increíble que a Jorge Robledo se le olvide Canoas, la obra de Odebrecht en Bogotá, contratada durante su cogobierno con Samuel Moreno”. Alejandro Ordóñez, por su parte, afirmó que “el Gobierno está corrompido por completo. Los ciudadanos deben cambiar de régimen, porque los políticos solo están en la corrupción”.

A estas afirmaciones se sumaron otras cuantas, en la misma línea, de otros funcionarios con intereses en las futuras elecciones. Los discursos parten de una supuesta superioridad moral en donde se sugiere que quienes lanzan las acusaciones nada tienen que ver con esa “corrupción”. Al mismo tiempo, van creando un enemigo común abstracto: “la corrupción”, un enemigo vacío y que no los toca. Cada quien lo ha usado según sus intereses. Unos la cogieron convenientemente contra Vargas Lleras, porque es su futuro contrincante. Otros siguieron atacando al uribismo. Por su parte, el Centro Democrático aprovechó para respirar un poquito y condenar a Santos, y así se han botado la pelota. Y mientras todos se blindan y achacan culpas, la idea misma de corrupción comienza a perder su sentido.

Se ha comprobado que en comunicación política la estrategia del enemigo único es muy efectiva. El problema es cuando el enemigo, en este caso la corrupción, se construye de una manera tan abstracta que lo que resulta es un slogan vacío. Y no porque la corrupción lo sea, sino porque la intención de atacarla es claramente vacía. No debemos dejar que las intenciones políticas de nuestros funcionarios nublen nuestro juicio. Es importante que seamos los ciudadanos quienes nos apropiemos del discurso de la corrupción para que podamos hacer la lucha real. Al final del día, si hay una cosa que une a nuestros partidos —y excluye solo a una manotada de loables funcionarios— es la corrupción, o como le dicen ellos, el “negocio de la política”.

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