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Yo sí firmé

Jaime Arocha
06 de junio de 2016 - 08:47 p. m.

Ediciones Desde Abajo lanzó el libro, “Las FARC-EP (1950-2015): luchas de ira y esperanza”, que el sociólogo Miguel Ángel Beltrán Villegas elaboró entrevistando a miembros de esa guerrilla, quienes como él sufren vejámenes repudiables en La Picota, cárcel donde están recluidos.

La presentación fue el 10 de diciembre de 2015 en el auditorio Camilo Torres del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. La editorial cita a la presentadora Sandra Gamboa para quien uno de los aportes fundamentales del volumen consiste en la genealogía de los procesos de democratización que ha construido la insurgencia armada.

No obstante la contundencia que ella le atribuye a tal hallazgo, para otros, mediante asesinatos como el del representante legal del consejo de la comunidad afronariñense de Alto Mira y Frontera, esa insurgencia sabotea democratizaciones ajenas a su hegemonía. Dentro de estos últimos escépticos figura la casi totalidad de quienes firmamos una controvertida carta que debe leerse en el sentido de que si el Consejo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional intentaba convertir a Beltrán en el Gramsci colombiano, y así influir sobre el próximo fallo de a Corte Suprema de Justicia, le ha debido ofrecer un homenaje como el que legítimamente le tributaron el senador Iván Cepeda, y los profesores Jaime Caicedo y Renán Vega en el lanzamiento bibliográfico ya comentado. Esa ceremonia no convocó a quienes repudiamos la tesis de que las balas paren democracias, como sí resultó forzándonoslo la conmemoración del aniversario 50 de la fundación de nuestra Facultad.

La idealización de la violencia ha tenido la secuela nefasta de naturalizar una noción de libertad de cátedra para la cual es legítimo cubrirse el rostro con una capucha, irrumpir en clase recitando a gritos consignas de ira, y convirtiendo la calle 45 en campo de batalla: de un lado explotan papas bombas y vuelan ladrillos, arrancados de la planta física del Alma Mater, y del otro los gases lacrimógenos del ESMAD. En la mitad, quedan civiles de ojos llorosos, exasperados por disturbios ininteligibles.

Sobre este aborto de la discusión académica reflexiona Carlo Tognato, director del Centro de Estudios Sociales de esa universidad. Según él, la desradicalización y despolarización del ámbito universitario son indispensables para las escuchas horizontales sobre las cuales deberá realizarse el trámite de los conflictos que se multiplicarán, luego de que se firmen los acuerdos de paz de La Habana. De ahí su propuesta de que la Universidad Nacional originara el Centro Nicanor Restrepo Santamaría para la Reconstrucción Civil, con la participación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-México, EAFIT, y la Universidad del Rosario. Jeffrey Alexander, uno de los profesores más destacados de la Universidad de Yale, ha sido invitado para que presida el Centro y aglutine a quienes hemos considerado que la cultura —entendida más allá de la creación estética— consista en el cimiento de la pacificación nacional.

* Miembro fundador del Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional de Colombia.

 

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