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Optimismo moderado

Columnistas elespectador.com
18 de octubre de 2012 - 09:39 p. m.

El hecho político fue la reunión en Noruega en sí misma y no lo que las partes se dijeron. Nadie puede olvidar que las negociaciones arrancan en medio del conflicto. Por demás, a diferencia del Caguán, no tuvimos declaraciones triunfalistas ni sillas vacías.

Un gobierno pragmático abrió las intervenciones con rigor, refiriéndose a los temas a desarrollar, a lo cual las Farc respondieron con un discurso conocido, esta vez con énfasis en la cuestión agraria, seguramente por ser el primero en la agenda y también por sus orígenes y por tratarse, como siempre han reclamado, de una guerrilla campesina.

Llama la atención que en la presentación del negociador Iván Márquez no se hicieron referencias al narcotráfico que, todos sabemos, está emparentado con el conflicto y también hace parte de la agenda. Ello puede explicarse por las características de un auditorio internacional. Una revelación: Márquez reconoció la existencia del partido comunista clandestino.

El Gobierno, rápidamente, respondió haciendo referencia a la agenda previamente acordada, dejando claro que ni la Constitución ni el Estado de derecho están en discusión, cortando, en la entrada, el estilo característico en las Farc, según el cual han utilizado cualquier escenario para promoverse y dejando la duda de si, estando en el “derecho” de hacerlo en un proceso no reglado, esto pueda servir para la culminación exitosa del mismo. Son cuestiones que tendrá que resolver la mesa, pero no existen motivos como para decir que la cosa comenzó mal. Teniendo en cuenta los antecedentes, fue mejor de lo esperado.

Los reconocimientos que el Gobierno y la sociedad se encuentran, no sin reparos, dispuestos a realizar, son parte de la agenda que las partes han convenido. Nadie puede negar que existan espacios de participación previstos en la Constitución sin desarrollar o la necesidad de una reforma agraria que se ajuste a la Colombia de hoy. Más allá, las Farc deben conseguir objetivos mediante la participación en política de los sectores que consideran representar. No se debe pasar por alto que su aprobación pasó del 3% al 11% en las encuestas luego de anunciado el actual proceso y, en todo caso, ese es un precio que una democracia debe estar dispuesta a “pagar”.

Pero el optimismo, si existen razones para tenerlo, además de prudente será demorado y en esa dirección, y sin ser pesimistas, conviene recordar que en el pasado, a medida que se acerca el fin de los períodos de gobierno, las Farc han señalado ese como un motivo para suspender conversaciones por falta de representatividad de su “contraparte”. Esperemos que esta vez no ocurra. La Habana lo dirá.

 

 

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