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País de mierda

Oscar Guardiola-Rivera
19 de agosto de 2020 - 05:02 a. m.

‘Colombia es un país terrible’, me dijo Óscar Murillo. Procedente de La Paila, en el Valle del Cauca, él sabe bien de lo que habla. Como tantos otros de nosotros, su gente salió del país por esa mezcla de miseria estructural y sucia guerra que se ensaña con afrodescendientes e indígenas. Terminaron en Londres. Allí se hizo artista. El año pasado ganó el premio de arte más prestigioso en Gran Bretaña. Al ser preguntado acerca de sus orígenes, repitió la frase que le había escuchado: ‘No lo idealizo. Colombia es un país terrible, cruel y racista’.

Lo mismo dijo otro colombiano a quien conocí ayer. Trabaja como carnicero en una isla a cien millas de la costa occidental de África. Es de Cali. Su esposa e hijos viven con él. El resto de su familia sigue en el Valle. Le dije acerca de la ‘nueva ola’ de masacres. Ni para él ni para tantos otros de nosotros se trata de algo nuevo. Es más de lo mismo. Historia repetida.

Dos niños llevando su tarea al colegio en Cauca. Nueve tiroteados durante una reunión universitaria en Samaniego. Un joven periodista indígena asesinado. A otro, gay, le mutilaron una mano en Sincelejo. Cinco niños asesinados mientras elevaban una cometa en Cali. ‘La conclusión es inescapable. ¿Qué otra cosa se puede pensar de un país que mata a sus jóvenes? Cuesta pensar que los mataron a pesar de ser unos niños’, le dije al carnicero caleño. ‘No se equivoque’, me aclaró. ‘No los mataron a pesar de ser niños. Los mataron porque eran niños, y porque eran negros’. Tiene razón.

Cuando se la ve de lejos, cuando en verdad existe, la amas y te importa, no cabe culpar a un mal abstracto. Ni al villano de marras. No es el narco. Ni la competencia por los territorios que las FARC dejaron vacíos. No se trata de una excepción a la tendencia a la baja de la tasa de homicidios, como dice el sub-presidente. ¿Y si la hay, será por el virus? Así que reivindicar esa obra de gobierno no solo debería avergonzarle a él y sus titiriteros. Además, suma al daño injuria. Pues se trata de esa mezcla peculiar entre raza, propiedad y trabajo de la que nadie habla en Colombia. Y no porque no lo sepamos. Colombia es un país terrible que mata a comediantes y a niños. Pero no queremos saberlo.

No es indiferencia. No queremos saberlo. Y a quienes nos recuerdan que este país de leyes es terrible porque sus títulos de propiedad aún llevan las huellas de la segregación de iure de un tiempo anterior, el colonialismo que no termina, les decimos que no aman a su patria. Y que se vayan. Ya nos fuimos. Y nos siguen matando. Treinta y tres masacres o más tras la paz de mierda que nos dejaron. La paz a media de Santos. La mitad que quieren destrozar el emperadorzuelo en su ubérrimo, su sub y sus titiriteros que vinieron desde el Norte para anunciar ‘un nuevo Plan Colombia’. De nuevo. Nada nuevo.

 

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