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Palestina, bajo fuego otra vez

Víctor de Currea-Lugo
17 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Palestina casi siempre conlleva una doble tarea: decir lo que pasa y desmentir el discurso sionista.

Palestina está bajo ocupación, como lo dicen decenas de resoluciones de la ONU, incluyendo a Gaza, la cual dejó de tener colonos judíos en 2005, pero no ha dejado de sufrir un bloqueo militar.

El conflicto tiene cuatro puntos: los refugiados palestinos de 1948, los intentos israelíes de anexión de Jerusalén, los asentamientos judíos y las fronteras. Sobre estos puntos hay normas de derecho internacional y en todos Israel comete ilegalidades. En ese contexto ocurre el intercambio de fuego, en el que Israel comete otra ilegalidad: ejecuciones extrajudiciales.

Israel, de cara a sus ciudadanos utiliza la carta del miedo y de cara a la comunidad internacional la de la víctima. Así consigue movilizar en su favor a parte de su población y garantiza que la comunidad internacional no les critique para no ser acusados de “antisemitas”.

En 2004, Yosef Tommy Lapid, entonces ministro de Justicia israelí y único miembro del gabinete superviviente del Holocausto, comparó el dolor de una madre en Gaza con el de su propia madre. Fue acusado de traicionar a Israel.

El motivo de los ataques es simple: polarizar a la sociedad internacional y enrarecer el ambiente para impedir que la ONU reconozca a Palestina como observador (además, los ataques cuentan para las elecciones en Israel de 2013). Eso implicaría que Palestina tenga acceso a tribunales internacionales para juzgar los crímenes de guerra en su contra.

Israel mezcla la paz con el derecho palestino a ser Estado, amenaza con derrocar al presidente palestino si la ONU los acepta, advierte recortes presupuestales (como hizo con la Unesco por aceptar a Palestina) y empieza preparativos para invadir Gaza de nuevo.

La ofensiva no la empezó Hamás, en rigor la empezó Israel con la ocupación de Palestina en 1967, y quien no acepte hablar de ‘ocupación’, no tiene derecho a hablar de ‘terrorismo’. Hamás no tiene capacidad militar para borrar del mapa a nadie: en la ocupación de Gaza de 2008 hubo más de 1.400 palestinos muertos y tan sólo 10 soldados israelíes, varios de ellos por fuego amigo.

Recurrir al terrorismo es un error por tres razones: es éticamente condenable el ataque a civiles, políticamente contraproducente y militarmente inútil. Pero Hamás es tan solo militarmente poderoso en ciertos israelíes que no quieren entender que la mejor manera de acabar con los cohetes que llegan a Tel Aviv es acabando con la ocupación.

Israel insiste en que Hamás lo reconozca como Estado y no los ataque. Pero el reconocimiento de la OLP del Estado israelí en 1988 no sirvió para nada. Hamás, luego de ganar las elecciones en 2006, mantuvo por años una tregua unilateral hacia Israel, y eso tampoco sirvió para nada.

Repetir ‘Plomo Fundido’ hoy no sería lo mismo: las revueltas demostraron el poder del pueblo árabe, mayoritariamente, antiisraelí: el ministro de Relaciones Exteriores tunecino prepara su visita a Gaza, pero ni siquiera la visita del primer ministro egipcio detuvo los ataques israelíes. Egipto ya retiró su embajador en Israel y la Liga Árabe y el Consejo de Seguridad llamaron a reuniones. Ojalá esta vez Israel sea obligado a respetar el gran objeto de sus burlas: el derecho internacional.

* PD: invito a visitar la web breakingthesilence.org.il, donde militares israelíes confiesan crímenes cometidos contra palestinos. /

 

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