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"Papá, ¿de qué sirve ser bueno?"

Patricia Lara Salive
07 de marzo de 2013 - 10:00 p. m.

Al terminar de ver esa gran película que es Operación E, basada en la historia de Emanuel, el hijo de Clara Rojas nacido durante su secuestro, contada desde cuando el bebé de ocho meses fue abandonado por las Farc donde un curandero, hasta el momento en que el niño, con casi cuatro años, apareció en un hogar de Bienestar Familiar (ICBF), no se sabe quién queda peor: si las Farc o la justicia colombiana.

Por eso, los hijos de José Crisanto Gómez, de 42 años, nacido en Ortega, Tolima, y criado en La Macarena, el yerno del curandero y jefe del hogar donde la guerrilla dejó al niño, que sin saber quién era lo tuvo seis meses, lo cuidó y le salvó la vida hasta que lo vio tan grave que lo llevó al hospital de San José del Guaviare a escondidas y contra la voluntad de las Farc, y lo entregó al ICBF, tienen razón en preguntarle: “Papá, ¿de qué sirve ser bueno?”.

Crisanto, quien les quitó el biberón a sus seis niños para dárselo al hijo de Clara, y lo quiso como a otro hijo, y le curó la leishmaniasis, y vendió el marranito mascota de sus niños para comprar la droga que lo librara del paludismo, y corrió todos los riesgos para llevarlo al hospital en donde tuvo que registrarlo con cualquier nombre para que lo atendieran; él, que cuando fue encañonado por las Farc para que les entregara el niño, pues ya debían liberarlo con su madre, le contó esa historia al defensor del Pueblo del Guaviare, quien ató cabos y captó que podía tratarse del hijo de Clara Rojas, fue acusado por la Fiscalía de ser autor de los delitos de secuestro, consecución de documento público falso, fraude procesal y rebelión.

Y después de ser testigo protegido porque fue declarado objetivo militar de las Farc, fue detenido en La Picota y la Modelo, donde trapeó y lavó e hizo lo que pudo para mandarles algo a sus niños, que ya eran siete, y habían sido abandonados por las autoridades sin una sola fuente de ingreso, en manos de su madre analfabeta, quien a los pocos meses de estar Crisanto detenido había conseguido otro marido.

Después de permanecer cuatro años en la cárcel, Crisanto fue absuelto gracias a que con el anticipo de los derechos de autor que Editorial Planeta le dio por su libro, El hijo de la selva, escrito en la cárcel, pudo pagar un abogado que probó su inocencia, ya que el de oficio le aconsejó que se declarara culpable para que recibiera una pena menor, pero él se negó a aceptar ser autor de unos delitos que no había cometido. Como si fuera poco, Clara Rojas, quien no conoce a Crisanto, apeló su libertad.

Hoy, él vive escondido con sus siete niños y su suegro curandero, recibe un estipendio temporal del Ministerio del Interior y sueña con poner un negocito que le permita mantener a sus hijos y escribir un segundo libro sobre sus años andariegos como raspachín de hoja de coca, y sus vivencias en este país dominado por la ley del más fuerte.

Y ahora que se da el absurdo debate de si por atentar supuestamente contra los derechos de un niño —que a mi juicio no se afectan en manera alguna— debe quitarse mañana de las salas de cine la película Operación E, recién estrenada, dirigida por el francés Miguel Courtois, y galardonada en el Festival de Cine de Biarritz con el premio al mejor actor, otorgado al español Luis Tosar, protagonista del personaje de Crisanto, este campesino anota: “Hoy se ha armado la polémica porque se afecta la dignidad de un niño. ¿Pero dónde estuvo el Estado cuando mis hijos pasaron por esa situación? Aquí los derechos de los niños se respetan según el estrato”.

 

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