Para ser sensible

Fernando Araújo Vélez
23 de julio de 2017 - 01:00 a. m.

Habrá que oír una y mil canciones y leer una y tantas poesías e ir al cine cuantas veces alcance el dinero y escudriñar y distinguir entre los transeúntes lo que es de la calle y lo que es de ellos. Habrá que caminar muy despacio y dejar que el tiempo nos sobrepase, y habrá que buscar entre la gente sus temblores, sus miradas, ansiedades y angustias, sus gestos, para llegar a eso que llaman sensibilidad. Habrá que gritar y buscar con ese grito una reacción, y habrá que reaccionar cuantas veces sea necesario ante las imposiciones. Habrá que cambiar la dirección de la flecha que nos señala dónde está la felicidad, para que en lugar de fiestas, sonrisas, comodidades, cargos, salarios, miles de millones de pesos, de carros, de casas, y amor eterno, haya búsquedas y descubrimientos, y habrá que descubrir todos los días y siempre descubrir para llegar a eso que llaman sensibilidad.

Habrá que conversar, “que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, tan temprano”. Habrá que recordar a Shostakovich e imaginarlo en una habitación destartalada, componiendo su sinfonía n.° 7 entre el miedo y los bombazos, y habrá que detenerse en sus manos y en su mirada y recrear hasta el infinito la escena en la que estrenó su sinfonía, y los cientos de parlantes que los soviéticos pusieron por las calles de Leningrado para que el pánico de la guerra y el terror a los nazis se convirtieran en fuerza. Habrá que concluir que durante esos días de septiembre de 1942, los soviéticos fueron rusos y se unieron por el arte, y se unieron tanto, que hasta la poeta Anna Ajmátova, condenada por el régimen de Stalin, olvidó por un día su dolor y habló en la radio y dijo “Nuestros descendientes honrarán a cada madre que vivió durante la guerra”. Habrá que repetirse un millón de millón de veces esas historias para llegar a la sensibilidad.

Habrá que caer, ensuciarse, sangrar, revolcarse y maldecir, y habrá que salir de ahí y aprehender lo vivido para llegar a eso que llaman sensibilidad, y habrá que ser lo suficientemente sensibles para comprender que la sensibilidad sólo será posible por medio de la voluntad.

 

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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