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Pardocracia

Nicolás Rodríguez
12 de octubre de 2012 - 11:00 p. m.

Con Chávez pasa algo raro: pese a lo obvias que resultan sus aburridoras andanadas y peroratas contra el imperio, los ricos y las oligarquías, por momentos son aun más fastidiosas las predicas de sus iracundos opositores, los antichavistas. Que ya parecen uribistas de los de la cruzada por una tercera relección.

De entre las muchas críticas que estos defensores (a conveniencia) de la democracia le hacen a los seguidores de Chávez, una en particular tiene todo lo caricaturesco de las otras: los chavistas, sostienen sus más enconados críticos, no pasan de ser dóciles marionetas que duermen el sueño de los petrodólares. Títeres, zombies. Gente que no piensa. Incapaces. Personas sin iniciativa, quedada, negada, que no entiende de política. Que no nació para la política.

Y por ahí mismo, se puede ver, reciclan también los antichavistas furibundos la retórica populista de la que tanto denigran: “pueblo ignorante” se lee por ahí, y “masas embrutecidas” gritan por allá. Por supuesto, con buen tufillo clasista, con lo que de nuevo se parecen a eso mismo que Chávez sabe hacer como pocos, pero al revés: con las narices tapadas y el miedo a la contaminación, azuzan la lucha de clases. Solo que de arriba hacia abajo (como lo hacen los chavistas pura sangre, insisto, pero en sentido contrario) y tal y como lo habría querido, en últimas, el propio Simón Bolívar.

Pues diga lo que diga la comitiva propagandística del atornillado Presidente, y entre esta su ilustre departamento de mitología revolucionaria y alteraciones del pasado, los historiadores que se interesan en las independencias ya han demostrado que en temas de democracia y racismo, el libertador fue un liberal más o menos igual a cualquier otro del siglo XIX. Esto es: un miedoso de los negros libres y de la rebelión esclavista. Un crítico de la diversidad que creía en la democracia perfecta: que voten solo los hombres educados, blancos y acaudalados. Para ponerlo en los términos de la época: un temeroso de la “pardocracia”, sobre el que también se ha escrito que le hacía la revolución a los Españoles o se la hacían a él y los suyos.

Entre tanto, voces más elegantes, que cuestionan al Caudillo y sus belicosos amigotes, tan machos y uniformados todos, no le asignan a sus seguidores el fantasioso papel de borregos. Ya lo decía un comentarista peruano: los chavistas saben que si la delincuencia no comenzó con Chávez, lo que sí arrancó por ahí, en esos agridulces días, es que además de a los pobres también le roban a los ricos.

nicolasidarraga@gmail.com

 

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