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Paz: no puede ser piñata de oportunistas

Uriel Ortiz Soto
19 de marzo de 2013 - 09:00 p. m.

Es preocupante que se esté hablando de la proximidad de firmar el Acuerdo de Paz, iniciado hace unos meses en Oslo –Noriega y posteriormente en la Habana – Cuba, cuando continúan los ataques a la Población Civil, fuera de los secuestros registrados en los últimos meses, el hostigamiento y destrucción de infraestructuras. Es decir: todo sigue casi igual a como antes.

¿Será que se pretende llegar a un acuerdo de Paz, con los burgueses de las FARC, que se encuentran sentados en la mesa de diálogo, cuando estos señores, ya han demostrado más de una vez, que no tienen el control de la tropa subversiva? ¿A qué costo se piensa hacer semejante exabrupto? -Continuamos sosteniendo que en las FARC, no hay unidad de mando-.

Si la Paz en condiciones tan absurdas se va a utilizar como bandera para la reelección del Presidente Santos; proclamándolo también como candidato al Premio Nobel de Paz, considero que vamos camino al fracaso. Después de firmado este proceso aparecerán las fisuras con ahondamientos más profundos tanto en los diferentes frentes de las FARC, como en la Población Civil, que no le perdonarán al Gobierno, haberla firmado a espaldas de la realidad Nacional e Internacional.
Indudablemente, todos queremos que el proceso de paz llegue a feliz término, pero no firmado a las volandas, por encima de miles de cadáveres, millones de desplazados, huérfanos, viudas, lisiados y víctimas de las minas antipersonas, destrucciones y violaciones a los más elementales derechos humanos, que a través de más de cincuenta años hemos venido padeciendo por acción de los grupos guerrilleros.

Pretender firmarla en tales condiciones, sería como abrir las puertas de la impunidad, y gritar a los cuatro vientos que, en Colombia no pasa nada, que se pueden seguir cometiendo toda clase de delitos atroces, y que las víctimas no tienen derecho siquiera a chistar, ni mucho menos a ser indemnizadas.
No olvidemos que existen secuelas tan graves en las últimas cinco generaciones, que pretender borrarlas tan olímpicamente, para dar paso a una piñata de oportunismos y prebendas políticas, no deja de ser asunto de aventuras con un alto grado de irresponsabilidad. La mayoría de nuestros compatriotas directa o indirectamente, han sido víctimas del conflicto armado. Millones de Colombianos han sobrevivido a las torturas y el terror. Haber presenciado cuando niños, el asesinato de sus progenitores, la violación sexual de sus madres y hermanas, obligados finalmente al desplazamiento forzado hacia las áreas urbanas, es un fantasma de violencia y zozobra que los seguirán persiguiendo constantemente.

Por eso, es indispensable dar oportunidad a los sectores de la vida nacional, que han sido víctimas, para que se manifiesten dentro de los escenarios de diálogo, se les reconozca como víctimas, para que posteriormente sean indemnizados. A los campesinos desplazados que les han sido arrebatadas sus parcelas, se les debe restituir, con indemnización y proveyéndolos de verdaderas garantías sociales.

Hay que entender que por la esencia misma del proceso, firmar la Paz, no tendría mayor importancia, lo fundamental es que, los programas de desarrollo acordados se cumplan a cabalidad, y que los actores de las partes,- Gobierno y Guerrilla-, sean conscientes de la enorme responsabilidad histórica que tienen hacia el futuro, proyectando sus propuestas al alcance y logro de presentes y futuras generaciones.

Toda esta programática ha de estar soportada sobre dos cimientos fundamentales: Comunidad y Desarrollo, esto quiere decir que, el Recurso Humano, debe evaluarse frente a cada proceso, puesto que, las incidencias de modo tiempo y lugar que las motivaron, varían fundamentalmente, y mal podría aplicarse el mismo diagnóstico o modelo para un mismo caso en particular.

Continuamos sosteniendo que los pilares fundamentales, continúan siendo: Verdad, Justicia y Reparación. Lamentablemente, el primero: La Verdad, desde un comienzo, empezó a falsearse. Como conclusión, a los negociadores del Gobierno, les ha faltado más entereza para sincerar a los similares de las Farc, haciéndoles ver que tienen que aceptar que la opinión pública Nacional e Internacional, los tiene plenamente identificados como: narcotraficantes, secuestradores, terroristas, despojadores de tierras a nuestros campesinos, violadores de humildes mujeres campesinas, asesinos, reclutadores de menores; voladura de oleoductos, destrucción de puentes y carreteras, destrucción de escuelas, cuarteles de Policía, entre muchas otras aberraciones.

Personalmente considero que el Proceso de Paz, no debería firmarse, sin que el grupo negociador de las FARC, reconozcan los hechos anteriormente señalados, hacer lo contrario, sería firmarla bajo la aceptación del sometimiento y la humillación.

Es saludable que la población civil, haga presencia en la Habana – Cuba, así como lo acaban de hacer los políticos, con el fin de poner sobre la mesa una serie de inquietudes que, desde luego deben quedar plasmados en la agenda a desarrollar, dentro de los foros programáticos, que se desarrollarán en diferentes ciudades del País, y donde las circunstancias así lo ameriten.

Pretender en menos de un año, sanar las heridas y secuelas de un conflicto que lleva más de cincuenta años, simplemente con fines reeleccionistas y politiqueros; es toda una quijotada y por decir lo menos, ahondar el conflicto.

Hagamos un proceso de paz bien hecho, con los que verdaderamente son, así nos demoremos varios años.

urielos@telmex.net.co

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