Publicidad

La perfección de lo imperfecto

Luis Carlos Vélez
27 de junio de 2016 - 03:52 a. m.

El acuerdo de paz logrado entre el Gobierno y las Farc es imperfecto. Lo negociado no compensará a las víctimas por sus pérdidas ni tampoco castigará con lo merecido a los guerrilleros. Para siempre quedarán en nuestras memorias sus actos inhumanos, atroces, arrogantes y egoístas. En sus voces y sobre todo sus conciencias quedarán las acciones que cometieron contra nuestra sociedad y sobre todo contra los más vulnerables. El espejo será su principal y más temido juez. Sin embargo, este acuerdo representa lo mejor que se puede hacer y se puede alcanzar frente a un período nefasto de 220.000 muertos, 8 millones de víctimas y 52 años de guerra. Este es  un acuerdo perfectamente imperfecto.

El proceso de paz es, sin duda, un ejemplo de filigrana, templanza, persistencia y estrategia. No fue fácil sentar por más de tres años a las Farc y llegar a acuerdos enmarcados en una agenda definida, si se tiene en cuenta que su objetivo, por lo menos de buche para afuera, era cambiar el modelo económico de la nación, algo que evidentemente no lograron. En ese sentido, tal vez el único filosófico y no mercenario que tuvieron, y por lo tanto el único relevante, perdieron.

La complejidad del acuerdo no tiene comparación en la historia de la resolución de los conflictos en el mundo. Explicándole a un experto del Reino Unido, me respondió que éramos demasiado sofisticados tratando de tapar los huecos que generaba el proceso de paz y, entre chiste y chanza, sugirió hacer una novela o una canción que lo explicara y dejara a todos tranquilos.

Esta es una victoria de Juan Manuel Santos que, gracias a su personalidad, estrategia, formación y dotes de manzanillo, logró acomodar las piezas y aguantar hasta lograr su objetivo. No importa que digan que lo hizo por el Nobel de Paz, si logró el acuerdo con la guerrilla más longeva de América, bien ganado el reconocimiento internacional. Bien por él, mejor por Colombia.

Asimismo hay que tener en cuenta la importante contribución que hizo la oposición a que este acuerdo sea menos imperfecto. Más allá de su intención final, los constantes cuestionamientos del expresidente Uribe y el Centro Democrático fueron garantes de que el Gobierno no cediera en exceso para cumplir con plazos o caer en la tentación de cerrar puntos para seguir adelante. Sus posturas inflexibles sirvieron de constante recordatorio a las Farc de que medio país no les cree y que ahora deben convencer para que el país entre en un sincero proceso de reconciliación.

Haciendo distancia para intentar ver con la perspectiva que sólo los años nos podrán dar, este es el mejor acuerdo posible que el país puede lograr con las Farc. No se trata de un acuerdo perfecto o infalible, pero sí de uno perfectamente imperfecto.

Todo esto no significa que se esté dando carta blanca para no criticar, cuestionar, replantear o fiscalizar lo acordado y sus consecuencias. El periodismo, por mucho que celebremos, nos exige ser cuestionadores constantes. Este acuerdo también debe servir para entender que, entre mayor libertad de prensa, menor posibilidad de que se cometan abusos que impulsen a tomar las armas para defender un pensamiento. Por último, lo que se busca es que las palabras y el debate reemplacen los fusiles y las balas.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar