Periodismo en campo minado

Yolanda Ruiz
11 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.

Muchas horas de insomnio pensando en cuáles son los caminos correctos en el periodismo. Durante décadas he tenido como máximas fundamentales el equilibrio, la confrontación de fuentes y la diversidad de opiniones como garantía de responsabilidad en el oficio. Sigo creyendo en esos principios básicos, pero en los tiempos que corren a los periodistas nos toca plantearnos preguntas nuevas. Algunas no tienen respuesta sencilla porque hoy hacer periodismo es caminar por un campo minado de mentiras.

¿Son válidas todas las opiniones, aún si sabemos que algunas de ellas violan las leyes, tergiversan la realidad, calumnian o representan pensamientos fanáticos que vulneran los derechos de otros? Esa pregunta se la hacen hoy muchos periodistas en Estados Unidos que revisan su trabajo en una campaña que estuvo marcada por el extremismo y las mentiras y que terminó con Donald Trump de presidente. Hoy el planeta aguanta la respiración mientras el señor saca sus juguetes de guerra y amenaza con usarlos. Pero las declaraciones altisonantes y polémicas del personaje encajaban muy bien con lo que hoy buscan muchos editores en medios y redes sociales porque la emoción, la polémica, la batalla verbal, generan clics, seguidores y votantes. Y si eso buscan los consumidores, eso se ofrece, muchas veces sin pensar si es verdad.

Nos corresponde decantar, entonces, pero, ¿qué capacidad tenemos los periodistas para decidir cuáles son los contenidos serios y cómo podemos separarlos de la escoria cuándo la desinformación es tan grande? ¿Cómo rescatar del debate frívolo lo que vale la pena cuando en la basura se esconden también posiciones respetables que se nutren del estilo camorrero porque eso es lo que vende? ¿Cómo mostrar las distintas versiones de la verdad, dejando por fueras las calumnias, sin ser jueces, sin caer en el periodismo militante que se cierra a las demás opciones, que solo ve una cara de la moneda y termina también ofreciendo versiones amañadas de los hechos? ¿Cómo usar con responsabilidad el poder que nos da un medio para no alimentar el círculo vicioso de publicar lo que se vende?

Comienza a moverse una campaña política en Colombia que tiene algunos signos de poder convertirse en batalla de fanáticos y radicales en donde puede ganar puntos el que más guerra desate en las redes y el que más grite en los micrófonos. Descalificar es la clave, reducir al otro a un epíteto, golpear primero para golpear dos veces, caminar en la cresta de la ola mediática ya sea que se hable de videos virales en la red, corrupción o religión. Todo se vale en la carrera por el poder.

Inmensa responsabilidad la que tenemos los periodistas hoy para cubrir esta campaña. A las tradicionales preguntas de la noticia (que no sé si aún enseñan en las escuelas de periodismo): qué, quien, cómo, cuándo, dónde, por qué, creo que debemos sumarle una sobre la que nos detenemos poco: ¿cuáles son las consecuencias de lo que publico? El mundo de hoy nos pone a pensar doblemente en la responsabilidad que tenemos.

Nunca ha sido fácil buscar la verdad, pero ahora es más complicado porque muchas fuentes no son fiables y tergiversan o mienten deliberadamente. Dudar, como lo señalaba en otro momento en este espacio, es fundamental, pero también debemos pensar en las consecuencias de nuestro quehacer como gestores de agenda pública. Porque si solo nos interesa sumar clics o puntos en la audiencia que no nos sorprenda si ayudamos a elegir a un Trump en Colombia, cualquiera que sea la orilla desde la que grite. Más preguntas que respuestas en estas reflexiones que me quitan el sueño.

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