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Período de definiciones

Francisco Gutiérrez Sanín
13 de marzo de 2009 - 02:01 a. m.

LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL, QUE habrá de dominar la agenda en poco tiempo, se va desperezando.

Germán Vargas, después de semanas de malhumorada ambigüedad, disparó un par de cañonazos contra el Gobierno, y en el próximo cónclave de Cambio Radical medirá fuerzas con los uribistas pura sangre de esa colectividad. Marta Lucía Ramírez ya destapó sus cartas. Se fijaron las fechas de consultas internas para los partidos. El congreso del Polo Democrático giró alrededor de los mecanismos para la escogencia de candidato. Los conservadores ya tienen varios. Entre ellos destaca el niño Felipe Arias, quien recorre el país haciendo trompitas de maldadoso. Pero —cito de memoria a Bioy Casares— “entre la cosa misma y la parecida hay un abismo de diferencia”.

Es cierto que hay aún varios pesos pesados que no se han decidido, pero que ya tienen la cabeza en el asunto. El primero, claro, es el Presidente de la República. Quién sabe qué cuentas estará haciendo. La reciente encuesta de Gallup tiene varios problemas, y no permite colegir muy bien con cuánto apoyo contaría si intentara reelegirse de nuevo. Pero tiene una base social muy grande. Tiene muy poco tiempo para sacar adelante el cambio constitucional que necesita para poder presentarse de nuevo, pero es experto en torcerle el brazo a las instituciones; y no hay escollo que no le tiente saltar. ¿Y Juan Manuel Santos? No quiso salir por la puerta de atrás la semana pasada, después de su metida de pata monumental. Muchos (pero no Uribe) lo ven como el único sucesor aparente. Noemí Sanín está deshojando su propia margarita.  ¿Se lanza, no se lanza? Y en el primer caso: ¿con los conservadores, que han engordado en estos años turbulentos, o con el discurso antipartido que tantos réditos le dio en el pasado?

En la oposición la noticia de que Piedad Córdoba ganaría la consulta interna alborotó el avispero liberal. Pero ella ha dicho terminantemente que esta vez no quiere formar parte de la carrera. El problema de los rojos es que, aparte de Piedad, tienen varios personajes de valía (Pardo, Cecilia López, Gómez Méndez) pero cuyo registro en las encuestas es bajo, sin muchas esperanzas de subir. El Polo salió gravemente herido de su congreso. ¿Se decantará por Carlos Gaviria, una interesante figura pública pero que para poder ser ungido tiene que “cambiar el articulito”? Petro declaró que apostaría por una alianza amplia para la primera vuelta; lo mismo Garzón. Por otra parte, hay en curso una iniciativa de convergencia de la oposición. Me imagino que para ser viable incluirá a los sin partido, como Fajardo.

En medio de todo este desorden, se decantan dos tendencias. Primero, algunos miembros prominentes de la coalición de Gobierno adoptaron ya —de manera aparentemente irreversible— una posición antirreeleccionista. Tal es el caso de Vargas, del oficialismo de Cambio Radical, y de Ramírez. Segundo, todos los partidos, desde Cambio hasta el Polo, están atravesados por tensiones que amenazan con desquiciarlos. Incluso la U, cuya estructura interna nunca terminó de cuajar, está al borde de un ataque de nervios. Todo el mundo se da cuenta de que en 2010 hay mucho más en juego que una elección.

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