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Personas no humanas

Santiago Villa
17 de junio de 2013 - 11:00 p. m.

Se ha prohibido el uso de animales en espectáculos de circo. ¿Por qué entonces los delfines, la especie más inteligente del planeta después del homo sapiens, van a seguir cautivos en acuarios haciendo espectáculos circenses?

Los grupos protectores de animales han logrado una importante victoria en el largo camino hacia fortalecer la ética que gobierna nuestro trato con otras especies. Sobre todo en un país como el nuestro, que aún ampara y celebra los altos niveles de crueldad que implican eventos como las corridas de toros, las corralejas y las peleas de gallos. 

El proyecto de ley 244 del 2012, que fue aprobado la semana pasada en último debate por el Senado, prohíbe que se empleen animales en los espectáculos de circos. El esfuerzo que realizaron los promotores de la ley es loable, y antes de señalar los pasos que aún se deben dar, hay que reconocer su trabajo. 

Ahora, a raíz de la prohibición que en mayo hizo India en torno al uso de delfines en los espectáculos de acuarios, es inevitable preguntarse porqué esta ley no le dará la libertad a los delfines, que siguen sometidos a un trato degradante en los acuarios de Santa Marta y las Islas del Rosario. La respuesta está contenida en la pregunta: porque los delfines están en acuarios y no en circos, y los acuarios son instituciones distintas, regulados por otras leyes. 

En los acuarios los delfines hacen lo mismo que los animales de circo: siguen órdenes para ejecutar acrobacias que nada tienen que ver con el hábitat natural de esta especie, y tan sólo para entretener a un puñado de turistas durante algunos minutos. 

Sin embargo, la esclavitud de los delfines es quizás más inmoral que la de los animales de circo, en especial si tomamos como criterio el nivel de inteligencia de esta especie. Cuando India prohibió los espectáculos con delfines, lo hizo con el argumento de que eran “personas no humanas”. Este fascinante concepto eleva, desde la perspectiva del homo sapiens, la responsabilidad ética en nuestra interacción con ellos.          

Los biólogos marinos apenas están explorando la punta del iceberg de la inteligencia de estos cetáceos, y lo que han encontrado es asombroso; pero también aterrador, si tenemos en cuenta el trato que reciben estos animales en cautiverio. 

Un grupo de expertos de las ramas de la filosofía y la biología, entre los que se encuentra Tom White, profesor de ética de la Universidad Loyola Marymount, insiste en la necesidad de una Declaración de los Derechos de Cetáceos. Los delfines deberían ser considerados personas con los mismos derechos a la vida, la libertad y la autodeterminación que tienen los humanos, porque comparten prácticamente todos los criterios cognitivos que el homo sapiens utiliza para denominarse “persona”.

La estructura cerebral de los delfines es casi igual a la nuestra. Por eso ellos saben que son individuos, se reconocen en un espejo, su interacción de grupo opera con criterios morales y la complejidad de su sistema de comunicación tiene sorprendentes similitudes con el de los humanos. En su hábitat natural, los delfines recorren cientos de kilómetros en un día. En un acuario, están confinados a escasos metros cúbicos, y las paredes de sus prisiones sobrecargan el sofisticado sonar de su aparato comunicativo, que es mucho más complejo que el de los submarinos. 

"En el tema de los acuarios hay muy poco conocimiento”, me dijo ayer Eduardo Peña Garzón, representante en Colombia de Defensores Animales Internacional (Animal Defenders International), y uno de los principales promotores del proyecto de ley 244 del 2012. “Hay varias campañas que hemos hecho para sacar a los animales de los acuarios. En adelante miraríamos de qué manera podríamos sensibilizar al Congreso y a la sociedad colombiana”. 

Esto para algunos puede parecer una exageración, pero el progreso ético de nuestra especie (que quizás es el único progreso digno de ese nombre), ha girado en torno a redefinir qué es una persona. Entre los siglos XVI y XVIII, los europeos que invadieron y escarnecieron a casi todos los pueblos del planeta, debatían la cínica cuestión de si sus esclavos tenían alma, cuando los desalmados eran ellos. ¿Podrá ser así como interpreten las generaciones futuras este debate en torno a las personas no humanas? Ojalá.

Por lo pronto, no hay excusa que valga para mantener a los delfines en las condiciones actuales. Hay que presionar para que se prohíba lo antes posible esta vergonzosa práctica. 

Twitter: @santiagovillach

 

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