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Petro gana si pierde

Lorenzo Madrigal
09 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

Habría un juego que podría llamarse “a la amargura profunda”. No se trata de ganar entre competidores, ni de ser el mejor; se trata de perder y de sufrir el mayor infortunio. En este retorcido juego la compasión y la revancha son fruto apetecido.

Así, pues, un gobernante llega a la Alcaldía de la primera ciudad del país, sin proponérselo, sin quererlo (así lo manifestó en sus primeras declaraciones después del triunfo electoral); no está interesado en gerenciar de la mejor manera la capital de la República, ni tiene experiencias de gobierno. Anda buscando, en cambio, las divergencias, las contradicciones sociales, para que los propósitos concretos no se realicen y, en su fracaso, salte la “mentida crisis”, de la que hablara el poeta Valencia.

En el tema de las basuras no se busca el mejor aseo ni la mejor apariencia o higiene para la descomunal ciudad. No. Se ha encontrado en el tema el subproducto social del enfrentamiento de clases. Allí estaba servida la denuncia a poderosos empresarios, que nadie pretende defender, y el rescate de una clase marginada, que nadie niega como necesario.

Otro alcalde, Jorge Eliécer Gaitán, 1937, quiso mejorar el servicio de taxis de la ciudad, uniformando el personal que lo operaba, en alarde de gran urbe. Y es que Gaitán, caudillo del pueblo, era, contra lo que suele pensarse, un hombre de mundo, lo que los comunistas (que él no lo fue) han llamado burgués. Pero estaba en lo que estaba y buscó en su momento hacer un buen gobierno.

Petro da la impresión de jugar al desorden, a que las cosas no le salgan, para encontrar a quién culpar por ello: a la clase dirigente, a la estructura misma de la ciudad, porque definitivamente no está hecha para su antojo populista. Lo ha dicho por estos días quien, pese a todo, tiene algunos méritos sociales —el Sisbén es uno— y éste es el expresidente Ernesto Samper, para quien el alcalde Petro lo que quiere es desinstitucionalizar, en procura de objetivos políticos personales.

Si le revocaran el mandato, como algunos pretenden, ello sería su mejor plataforma de lanzamiento para la campaña presidencial, a la cual parece citar con careos a Germán Vargas Lleras, a quien le obstaculiza realizaciones de vivienda, dentro de lo que el alcalde considera su feudo propio, donde “ahora gobernamos”.

Para allá va el alcalde mayor, a quien no le interesó el mando de la capital de la República —se lo confesó a la radio recién elegido—, sino acercarse a más altos destinos políticos.

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Camino todo de implementar el gran socialismo del veintiuno, el cual crece como un ardimiento por toda América, a decir del enfermo dictador de Venezuela, quien, al regresar por sorpresa a Caracas, sometió a sus áulicos a una insoportable cháchara, no exenta de sus conocidas ínfulas de poeta.

 

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