Petro presidente... en el 2022

Hernando Gómez Buendía
18 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.

Luis Carlos Sarmiento Angulo le debe un monumento a Manuel Marulanda Vélez.

Durante 50 años las Farc se encargaron de que en Colombia no hubiera izquierda ni protesta social: el Estado y los medios decían que había “fuerzas oscuras” detrás de cualquier protesta, y la gente creía que hacer oposición era hacer subversión.

Por eso somos el país de América Latina donde los movimientos y protestas populares han sido más débiles, el único de toda la región que no ha tenido gobiernos de izquierda.

Pero Colombia sin las Farc es simplemente otro país de América Latina. Un país de la región más desigual del mundo, donde el 78 % de las familias vive con menos de dos salarios mínimos, donde los campos son un moridero y las ciudades se reparten entre barrios pobres y barrios de miseria.

Colombia es además un país sin futuro. Enfrascados en su rapiña y sus debates leguleyos, los dirigentes nos mantienen de espaldas al planeta, a la revolución tecnológica y ocupacional que está dejando a millones de nuestros jóvenes sin lugar ni esperanza de encontrarlo.

De modo que Colombia sin guerrillas —sin miedo a la protesta— acabará por tener un presidente de izquierda. Eso lo saben y temen Wall Street y los ricos y los dueños de los medios. Su pregunta —y mi pregunta— no es si eso pasará, sino cuándo pasará.

Muchos creen o temen que pasará en estos meses. Petro, según las encuestas, lleva una clara ventaja en los estratos más bajos y cuenta con el apoyo del 39 % de los jóvenes entre 18 y 24 años. Si lograra encender la lucha de clases y sumarle el calor de las redes sociales, si arrastrara a las masas y acabara la abstención y derrotara el clientelismo y las chequeras y los medios, Colombia por fin tendría un presidente de izquierda.

Pero Petro no da para tanto.

—Primero por su propia ambigüedad irremediable. Como todos nosotros, Petro es el fruto de su vida, desde un hogar humilde a la guerrilla y desde allí al poder con casa millonaria y ferragamos. De congresista estrella por sus ataques al paramilitarismo y el destape del carrusel de Bogotá, a pésimo gerente en la Alcadía y a fundador de partidos donde no cabe sino él.

Por eso Petro no hace coaliciones y es el candidato con más fuerte rechazo en la opinión (41 % según la última encuesta). También por eso vive vacilando entre sonar muy radical y no sonar muy radical.

—Segundo, sobre todo porque Petro es el candidato más fácil de vencer en la vuelta final. Una elección para enfrentarse a él sería simple y llanamente un referendo sobre el personaje que temen y detestan entre el 96 % y el 98 % de los colombianos: Nicolás Maduro.

Por eso a Petro se le va a ir toda la campaña en explicar que no es Maduro y en aclarar sus diferencias con el “castrochavismo”. Con el doble problema de que él mismo no lo tiene claro y de que entre más lo aclare menos apoyo va a tener entre las masas.

De modo pues que por ahora Luis Carlos Sarmiento va a deberle un monumento adicional a Nicolás Maduro. Pero el gobierno que viene, el de Vargas Lleras, agravará la desigualdad y hará que el “Petro” del 2022 sí pueda comprobar que somos otro país latinoamericano.

* Director de la revista digital Razón Pública.

 

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