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Petro: ¿problema o solución?

Luis I. Sandoval M.
10 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

Régimen, establecimiento, statu quo son términos que sirven para denotar que existe un país formal y un país real, un país nacional y un país político.

Álvaro Gómez Hurtado prefería utilizar el primero, Jorge Eliécer Gaitán el último. Ninguno de los dos, según estos conceptos, estaría de acuerdo con la revocatoria del mandato de Petro que hoy emprende Miguel Gómez, representante a la Cámara del Partido de la U., sobrino de Álvaro Gómez, el último Álvaro, el expresidente colegiado de la Asamblea Constituyente de 1991.

Gaitán luchaba contra el país político para abrirle camino al país nacional, Álvaro clamaba contra el régimen —poderes fácticos de toda índole— para que la democracia fuera más transparente, lo que  precisamente intenta Petro desde la Alcaldía de Bogotá. Paradójico que el sobrino de Álvaro lo quiera revocar, pero lo que él busca no es tanto librar a la ciudad de un alcalde que chambonea sino vengar el secuestro de Álvaro por el M19 (sin participación alguna de Petro). Así son los poderes de clase en Colombia: vengativos, no perdonan, nunca se reconcilian, por eso las sucesivas violencias. A Gaitán, líder del pueblo, también lo hicieron renunciar a la Alcaldía de Bogotá, con pretexto de una huelga de taxistas, antes de dos años de mandato.

Petro es una solución y no un problema si de lo que se trata es de superar las malformaciones de la democracia.  Entre ellas está el sistema de contratación que facilita la transferencia de recursos públicos a la reproducción política clientelar.  Ello ocurre por contratos leoninos o por comisiones de gestión (tajadas, paladas, ceveyé). Develar cómo se dio esa práctica en la administración de Samuel Moreno le valió a Petro la Alcaldía. Ahora ataca ese problema en el servicio de basuras, aparte que la Corte Constitucional lo obliga a establecer un sistema que haga justicia a los recicladores.

Defensa neta de lo público y de la equidad social a lo cual se quiere contraponer el derecho a la libre competencia ignorando maliciosamente que es la misma Corte la que aclara la facultad de los alcaldes para escoger la modalidad, pública o privada, en la prestación del servicio de aseo. Petro enmarca esta acción en la perspectiva de manejo moderno de los desechos que preserva el ambiente: ya no son basuras, sino recursos que se clasifican y se aprovechan, en lo cual se implica toda la ciudadanía produciendo un verdadero salto cultural tanto o más trascendente que el que promovió Mockus en su momento.

Petro ha tenido que hacer mucho en poco tiempo frente a un problema complejo. Surge la impresión de improvisación y chamboneo. Olvida el país, procuradores y contralores, que Alfonso López Michelsen defendió el derecho al chamboneo del gobernante legítimo que inicia una administración. Hubo gran polvareda política y periodística más con las expresiones que con las acciones de López que no fueron muy lejos. Pero, sin duda, hay que dejar margen al que ganó con un mandato de cambios para que los intente aunque ello signifique quebrantar inveteradas rutinas administrativas.

Además, argumento con el cual estoy enteramente de acuerdo: si la paz comienza por convencer a los insurgentes supérstites a que dejen las armas y se vinculen a la política democrática porque ella les da la posibilidad de gobernar, mal mensaje sería defenestrar de la Alcaldía de Bogotá a Petro, exguerrillero del M19, cuando se trata de seducir a Timochenko, comandante de las Farc.  El reto de la paz consiste en hacer creíble que todas las opciones políticas pueden competir y ganar y gobernar en democracia.

lucho_sando@yahoo.es

 

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