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Petro y María Corina

Jorge Iván Cuervo R.
04 de abril de 2014 - 04:00 a. m.

Si bien son dos personajes de signo ideológico y origen político distintos, a ambos les han violado sus derechos políticos y sus casos son síntomas de deficiencias en el funcionamiento del sistema democrático de Colombia y Venezuela.

De Petro ya se ha dicho casi todo: que fue una gran senador, un buen ex candidato a la presidencia de la república, que ha cumplido su palabra de desmovilizado y es un ejemplo exitoso de reinserción política y social, como todos sus ex compañeros del M; que en una coyuntura impensada fue elegido alcalde Bogotá y al saberse minoría en lugar de construir consensos mínimos para gobernar optó por la confrontación, avocado a gobernar más con una suerte de retórica entre populista y mesiánica que con realismo institucional.

Que al optar por esta vía dio papaya para que intereses políticos y económicos, algunos de naturaleza mafiosa, se organizaran y crearan un escenario de opinión – impulsado por algunos poderosos medios de comunicación y periodistas con evidentes conflictos de interés- que facilitó al Procurador su destitución con una competencia que no se discute en el orden interno pero que contraviene lo dispuesto en la Convención Americana de Derechos Humanos. Que ante el hecho, el alcalde radicalizó su discurso, desafió al establecimiento político y judicial agitando la movilización social hasta que finalmente tuvo que resignarse y abandonar su cargo porque el presidente Santos prefirió el orden institucional interno que honrar los compromisos internacionales.

De María Corina se dice que es una oligarca de derecha, que nunca le preocupó el bienestar de los venezolanos pobres y ahora lidera una especie de revolución de los ricos ante un régimen que, apoyado en la legitimidad democrática que da el haber ganado varias elecciones y en el mito bolivariano de Chávez, se comporta como un régimen autoritario, militarizando las calles ante las protestas estudiantiles, apresando y torturando estudiantes, permitiendo y aupando la actuación armada de grupos de civiles, los llamados colectivos que han sembrado el terror en lujosos barrios de Caracas, que ha decidido en la práctica disolver la división de poderes y perseguir abiertamente a la oposición encarcelando a sus líderes, como a Leopoldo López y despojando de su investidura como diputada, con la complicidad del Tribunal Supremo de Justicia, a una mujer que ha mostrado valentía en las calles ante el silencio cómplice de los países de América latina, algunos de los cuales reciben a diario miles de barriles de petróleo con precios preferenciales y formas de pago que afectan la economía venezolana.

Seguramente ella terminará presa y muchos se alegraran porque como dice William Ospina, Venezuela es el único país del mundo donde los ricos lloran y los pobres celebran. Que cuando viene a Colombia se reúne con personajes de dudosa reputación democrática como Fernando Londoño, y que si ella sus aliados políticos estuvieran en el poder se ocuparían de los líderes chavistas con la misma falta de garantías como ahora los tratan a ellos.

Todo esto puede ser cierto en uno y otro caso, pero lo que no puede discutirse es que ambos, Petro y María Corina, en realidades políticas e institucionales diferentes, son dos líderes a quienes les han violado sus derechos políticos dejando ver la fragilidad de la lucha por los derechos, tanto en la derecha como en la izquierda, más atada a consideraciones ideológicas y cálculos políticos que a una sincera convicción por un Estado que ofrezca garantías reales para el ejercicio de la política.

@cuervoji

 

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