Petróleo, ambiente y desarrollo sostenible

Juan Pablo Ruiz Soto
25 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

Dadas las sentidas y respetables reacciones a mi artículo anterior, titulado Expedición Antártida, país y desprendimiento, en que varios lectores cuestionan que se dé una relación y se pretenda una conciliación entre productores de petróleo y ambientalistas, me corresponde exponer mi punto de vista respecto de la necesidad de trabajar con diferentes actores sociales.

Como ambientalista, he propuesto el impulso al uso de fuentes sostenibles de energía, y como abogado, por un uso racional. En diferentes oportunidades y escenarios, he propuesto una moratoria a la expansión de la minería en el país, dado que no contamos con la capacidad institucional que garantice una minería de mínimo impacto y tampoco tenemos la capacidad gubernamental para asegurar un buen uso de las regalías. De otra parte, es claro que todos estamos relacionados de múltiples formas con la producción y el uso del petróleo y otros recursos naturales no renovables. En el caso colombiano, como lo han señalado el ministro de Hacienda y el director de Fedesarrollo, el devenir de la economía colombiana en los años venideros dependerá del buen uso de las regalías y de la evolución de los precios internacionales del petróleo y del carbón. Con estos ingresos se atenderán temas como educación, salud e infraestructura, entre otros.

Si queremos recorrer la senda del desarrollo sostenible, debemos trabajar sin radicalismos y con todos los actores sociales. Una posición radical, de exclusión y no diálogo, no genera oportunidades de construcción conjunta, sino distanciamiento y oposición destructiva. Para construir, tenemos que aproximarnos en medio de las diferencias y reconocer lo positivo de cada cual. Pasar del deseo de un mundo distinto de su construcción exige acciones y aproximación entre diversos actores; la calidad de dichas relaciones determina la realidad. Debemos pasar de ser críticos y víctimas a ser protagonistas y gestores del cambio. Es en este contexto que estamos planteando el tema del desapego, del desprendimiento para generar un mejor país y un mejor entorno para nuestras vidas. Este es el motor de la expedición colombiana al punto más austral del planeta: el Vinson, en la Antártida.

En mis escritos, como en mis acciones profesionales, busco la construcción en medio de las diferencias. Sin buscar la homogenización, sino la construcción a partir de la diferencia. Un ejemplo del manejo de esas contradicciones es mi participación en la gestión del proyecto de Sistemas Silvopastoriles para la ganadería sostenible. Formé parte del equipo del Banco Mundial que formuló este proyecto para Costa Rica, Nicaragua y Colombia. En aquel entonces, algunos ambientalistas y funcionarios del Banco Mundial y el Fondo para el Medio Ambiente Global (GEF, por sus siglas en inglés) nos cuestionaron que pidiéramos recursos destinados a la conservación de la biodiversidad para ser usados en la ganadería, cuando ésta había motivado la transformación del bosque tropical en praderas sin árboles. Nuestro argumento fue que dado que el 75% del área rural en Latinoamérica está dedicada a la ganadería, era necesario trabajar el tema ganadero si queríamos proteger y recuperar la biodiversidad. Hoy el GEF está financiando un segundo proyecto de mayor envergadura en Colombia y el Reino Unido acaba de aprobar la mayor contribución del Fondo Inglés para el Cambio Climático para apoyar la ampliación del proyecto Silvopastoril en Colombia. Conciliemos y seamos prácticos si queremos construir un mejor futuro.

 

 

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