Entiendo que la labor por parte de los funcionarios del Gobierno, y en particular del ministro de Hacienda, sea la de brindar una visión optimista sobre el futuro de la economía.
Sin embargo, los números no mienten y teniendo en consideración factores como la desaceleración del PIB en el tercer trimestre de 2012, la presente recesión en Europa que amenaza con extenderse a los Estados Unidos y las llamadas locomotoras que todavía no logran salir de la estación, considero muy optimista el pronóstico para 2013.
A su vez, el Banco de la República canta “victoria” por lograr reducir la inflación al 2%, pero es más producto de una débil demanda que de un incremento en la oferta.
La ola de atentados terroristas a la infraestructura petrolera y de transmisión de energía, aunada al retraso que presentan las autorizaciones por parte de las autoridades ambientales para los proyectos tanto en el sector minero-energético, como el de infraestructura, socava el nivel de confianza entre empresarios y la comunidad en general, la cual clama enfáticamente al gobernante de turno a que “coja el toro por los cachos” y así regresar a los años de prosperidad económica a la cual nos acostumbramos durante los años previos a la era Santos.
En resumen, tanto el Gobierno como el Banco de la República son muy optimistas. El primero tiene una lucha perdida en cuanto al dólar y el segundo no le atina al objetivo de generar confianza, la cual es clave para apalancar el crecimiento económico.
*Luis Mondragón / Catedrático universitario